Suscribo todo lo reflejado en mi anterior cata, aunque esta vez me ha gustado aún más; hablamos de un 1er Cru de Borgoña con pegada, con matices, con equilibrio y con muchísima personalidad. A veces los tintos de esta zona se me quedan cortos, me parece que están deslavazados, que no tienen ningún rasgo sobresaliente o que la acidez o el tanino matan los aromas y los sabores. En otras ocasiones, si nos encontramos con elaboraciones más modernas, salen vinos sobreextraídos impropios de la apelación. Hoy hemos bebido un Savigny enorme, nada más que decir...
Rojo rubí con el borde del mismo color. Capa baja, limpio y brillante.
Tremenda nariz, hay que ver lo bien que le va el aire a estos vinos. Flores silvestres, frutas del bosque, madera vieja, humedad, hojarasca, pólvora, pelo mojado y mineralidad.
Boca rústica aunque algo más redonda que en 2009 y en 2010. Acidez, poco alcohol y nula barrica. El paso comienza austero y se vuelve más envolvente cuando coge temperatura. Mucho campo.
Final largo que deja apuntes primarios y especiados.
Los parcelarios de esta bodega me parecen de lo mejor que hay en toda la Borgoña. Accesibles, identificables, clásicos y con una amalgama muy completa.
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