Cereza con borde teja. Capa media. Limpio (limpísimo) y brillante.
Bebido en media botella, lo hemos desencapsulado y abierto. El corcho ha salido en dos partes. No hemos necesitado esperar nada para deducir que el vino estaba en óptimas condiciones, de hecho a los veinte minutos se había venido aún más arriba. Fruta roja y negra que sorprenden, leves toques especiados con algún recuerdo a canela, matorral, sangre, pólvora y mineralidad.
En boca nos deja flipados, parece mentira que con con casi sesenta años de edad muestre tanta lozanía. El sorbo no es pesado ni mortecino, mantiene la tensión, posee tanino y sobre todo deja la boca fresca; todo gracias a una inesperada acidez. A partir de ahí todo es muy fácil: fresas, flores de campo, toques ferruginosos, un sutil atisbo terciario y piedras.
Final complejo.
Ja, ja, ja. Como ya he comentado en otras ocasiones no soy un incondicional de los viejos pero es que hay días que salgo asombrado. Este 56 viene en media botella, formato no apto para el envejecimiento y sin embargo lo tenía todo. Quiero más.