Desgraciadamente, mi botella no salió tan buena

Color café con leche con ribete terroso. Muy cubierto. Turbio y con poso.
Nariz dominada por los toques lácteos, torrefactados, especiados, licorosos y terciarios. Escaso atisbo frutal.
En boca ya ha traspasado la frontera de los vinos tranquilos. Podría ser un Jerez viejo, un Oporto con años o incluso un Barolo Chinato. Pero, aún tratándose de cualquiera de ellos, ya se encontraría en fase moribunda. Una auténtica pena porque de acidez va todavía sobrado. Quizá hace tan solo un par de años habría estado bueno, quién sabe. Me pasa de vez en cuando, cuando a los tintos se les "desgarra" el color y el antociano se sedimenta en forma de barro, no queda marcha atrás.
En cualquier caso, un regalo de un buen amigo. Sabe que una de las cinco o diez mejores botellas de mi vida fue un 55 de la misma Bodega y que Los ancianos de Bilbaínas son los riojanos que más me gustan. Y es que, a estas edades, el factor suerte es decisivo. No puntúo.