Vino encerrado en una botella borgoñona y con un corcho de silicona poroso, no me importa es un vino joven, y vestido con una etiqueta sencilla y de diseño moderno en la que predomina el blanco.
A la vista, me encuentro con un color rojo picota de capa media baja, limpio y brillante, fina lágrima que se desliza con rapidez por la copa. Menisco rubí y con incipientes notas tejas.
En nariz es un vino muy cerrado, necesita aireación o un par de jarreos, realizada esto aparecen frutas rojas con una intensidad media. Cerezas y moras verdes.
En boca , muy presente la acidez, y lo malo es que no se perderá y mejorará con el transcurso de los meses, agraz, fino, te ensaliva la boca. Decepcionante en esta fase de la cata. Penitente paso de boca. Es un vino largo. Me da una permanencia de 2,30 minutos.

Color picota profundo, con ribete violáceo. Toques purpúreos.
Nariz perfumada, floral y frutal. Empieza con fruta roja (frambuesa y fresa) y luego aparece fruta más negra y silvestre, como moras y cassis, junto a toques especiados y minerales limpios. A ratos aparecen aromas lácticos, a yogur de frutas del bosque. Punto animal o marchito. Enigmático.
En boca es ligero, suave y pulido, sin aristas pero bien de acidez. La trama es frutal y sápida. Cortito. Mejor en nariz que en boca.