Tras unos gateos y restregones por Les Covetes dels Moros de Bocairent, y un paseo posterior por su precioso barrio medieval, tocaba comer.
El Cancell nos pareció una buena opción ya desde Valencia, pues por su cocina autóctona, perfil y rango de precio, nos acomodaba.
El local es sobrio y luminoso, de colores cálidos, con aire elegante. Mesas bien vestidas, anchas y buena separación entre ellas, sillas cómodas pese a su dura apariencia.
El servicio es serio y correcto pero algo precipitado. Intervienen prácticamente todos los camareros, y esto hace que el que pasa por ahí se te asome a ver cómo vas, preguntándote antes de tiempo si has acabado.
Se nos trajo las cartas, tanto de platos como de vinos, pero enseguida reparamos en que la mejor opción para los dos adultos era el Menú Fin de Semana (27 €.) que además incluía vino de la comarca, un 53 Cabernet Sauvignon cuyo nombre responde al número de ventanas que hay en la roca de esas cuevas de moros. Hechizado iba yo con el asunto...
Los chicos se pidieron una hamburguesa y un entrecot respectivamente en cuanto a edad, con un entrante para compartir como fueron unos buñuelos de queso blanco, y de postre un helado de chocolate uno y un cremoso de chocolate blanco el otro.
El susodicho menú constaba de tres entrantes al centro, principal y postre. Como suele ser habitual, la opción de arroz era mínimo dos personas, de manera que esto comimos:
- Pericana de Bocairent.
- Ensalada de pavo, cítricos, frutos secos y salsa griega.
- Chipirones con ajitos tiernos y setas.
- Olleta de pencas (arroz con costillas de cerdo, alubias, patatas, pericana y pencas)
- Panacota de café / Helado de timonet (Tomillo)
No voy a decir que he probado muchas pericanas, pero cuando algo es bueno, lo sabes. La ensalada, muy cumplidora, como cuando llevan mucho de todo y se combina bien. Los chipirones, como tocan cuando se elaboran de esta manera, aceitosillos y ligeramente picantes. Contundente por una parte esa olleta pero nada pesada, daba para repetir. Realmente buenos los postres. El mío fue ese helado de tomillo, tomillo a más no poder. Puro monte. La panacota simplemente la probé y sirvió para certificar lo dicho con los postres. Muy suave y de fino sabor.
Terminamos con dos cortados incluídos también en el menú, cosa que acaba por demostrar lo completo de éste.
Más tarde vendría la frustración de no poder ver la plaza de toros más antigua de toda la Comunidad Valenciana. Quede como excusa para volver a este precioso pueblo, y este restaurante siempre será barajado como posibilidad.