Restaurante Piñera en Madrid
Restaurante Piñera
País:
España
Provincia:
Localidad:
Zona:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
50,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
69 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.8
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.6
Comida COMIDA
8.2
Precio medio entorno ENTORNO
7.3
RCP CALIDAD-PRECIO
7.1
Huevo bronceado
Lomo de Conejo Estofado
Bonito Ahumado con Changurro
Carros GT
Opiniones de Piñera
OPINIONES
30

Con ganas de que llegara esta fecha durante las vacaciones, para poder degustar algunos platos de Paco Morales en Piñera (Madrid). Como la mayoría de ustedes sabrán, Paco oficia en el restaurante que ahora ya lleva su mismo nombre, y enclavado en el Hotel Ferrero (sí, es del tenista) en la localidad de Bocairent en la provincia de Valencia. Anteriormente Paco fue jefe de cocina en Mugaritz con Andoni Luis Aduriz, y luego capitaneo la cocina del Hotel Senzone en la capital, hasta que decidió escoger un entorno que le permitiera trabajar más en la profundización de su propuesta personal.

En la actualidad, ya lleva las riendas completamente de su apuesta culinaria, ya que aunque siga compartiendo emplazamiento con el hotel, se ha separado en cuanto a su vinculación económica.
Por otra parte, el restaurante Piñera ha estado organizando jornadas por las que han pasado cocineros de la talla de Pepe Solla, Xose Cannas, Pedro y Marcos Morán, Yayo Daporta,…; y se presentaba la oportunidad de degustar un menú compuesto por platos del joven cordobés, y de Javier Aranda, cocinero en Piñera.

Resulta evidente aclarar que es tremendamente complicado replicar las cocinas en cocinas ajenas y a kilómetros de distancia. En este caso ni se disponía del mismo número de personas en cocina, y además la sala en cuanto número de comensales es más del doble que lo soportado por el restaurante de Bocairent; donde se dan veinte cubiertos por servicio. Por lo que se seleccionan platos que se pueden reproducir en las condiciones existentes.

Comenzamos con los aperitivos seleccionados por Paco, en primer lugar un hígado de rape con verduras emulsionadas y aciduladas, y posteriormente una gamba de playa frita con Mahonesa de hierbas de la Sierra de Mariola. El primero preparado (entendemos) a modo de salazón sobre un soporte crujiente me resultó algo seco en su textura, pero con fuerza sápida. En cuanto a la gamba resultaba complicada de comer de una sola vez. Es pequeña y pudo llegar demasiado hecha. Viene acompañada de una mahonesa que resulta muy agradable, pero no percibí una integración de los ingredientes en este bocado.

Como primera entrada y de la mano de Javier Aranda, llega la ensalada de remolacha, brie y manzana ácida. Plato que suena simple en su enumeración de ingredientes. Compleja sencillez compuesta por unos brotes germinados, la remolacha que se presenta en una crema densa con forma circular, el brie liquido mejorando su textura original de cara a la composición y la manzana en minúsculos dados aportando una acidez que compensa el dulzor del resto del plato. Me llega el pensamiento de con estos ingredientes es muy difícil superar esta composición. Vamos remontando.

A continuación, un entrante del señor Morales el perfecto-imperfecto de maíz, con buey de mar, guindilla y arenque ahumado. Sin duda uno de los platos de la noche. Composición de contraste en temperaturas fría –caliente, compuesta por una crema caliente de maíz, y una esfera helada de maíz rellena de buey de mar y arenque. Frio, calor, dulzor (maíz), picor (guindilla), mar, tierra. Creatividad.

Y de la creatividad a un guiso clásico refinado, las pochas con galeras del cocinero que “opera” en casa. Tremendamente suaves, como así lo manda la hora (cena), sabor delicado proveniente del suquet del crustáceo que me parece más prehistórico; la galera. Esta se usa comúnmente en guisos marineros. Delicadeza marina prehistórica.

Ya hemos llegado al pescado donde Paco ha sido capaz de trasladar uno de los paltos que forma parte de su menú clásico de este año, se trata de la Pescadilla Pochada, bañada en un Suquet de sus Espinas y Tubérculos de Antaño. Pescado en su punto, cuatro minutos a 90ºC (nos comentaría más tarde). Textura, sabor multiplicado con el caldo, y acompañado arriesgadamente por tubérculos antiguos. Mar y tierra vegetal. Cada vez me gustan más esos platos de pescado donde los sabores se realzan utilizando el esqueleto, su casquería. Potencian el sabor de una forma brutal, y te trasladan a la costa estés donde estés. Profundidad sápida y textura.

En el aspecto carnívoro, Javier nos ofreció Picantón en baja cocción que representaba esa cocina alta de mercado que se propone en Piñera. Tres elaboraciones diferentes del picantón que resultan agradables sin llegar a entusiasmar.

De los postres se encarga el invitado, en el acto primero un melocotón al natural con crema helada de almendra y cal de yogur. Se juega con las texturas, con la combinación de sabores el dulzor del melocotón compensado por la ligereza de la almendra y la suave acidez del yogur. Buen conjunto. En el segundo acto, una pequeña tarta de ron, café y caviar de cacao. Mayor dulzor, menor frescor en boca. De tamaño correcto, para no resultar pesada. EL primer postre lo he encontrado más original, algo más arriesgado.

Velada que por una parte nos ha abierto la curiosidad para visitar el restaurante de Paco Morales. Tres horas y media desde Madrid para llegar a la sierra de Mariola, y sumergirse en esa experiencia. Veinte comensales, veinte cocineros. Si tanto el perfecto-imperfecto de maíz como la pescadilla están a un nivel de sobresaliente, pensamos que en el resto del menú tiene que haber autenticas maravillas, ya que los platos presentados podemos pensar que han sido aquellos de no elevada complejidad.

Por otra parte, Javier Aranda ha presentado unos platos que sin causar sorpresa, son un ejemplo de delicadeza por una parte, y de fidelidad al sabor por otra. Estas dos características se representan tanto en las pochas con galeras como en la ensalada de remolacha, brie y manzana.

En la sala, Mario García, uno de los mejores sumilleres de la capital, nos ha maridado el menú con mayoría de vinos franceses de pequeños productores. Disfrutando a cada plato, y provocando que uno se despreocupe del vino; porque sabe que está en buenas manos, y porque con cada plato probará algo distinto, y muchas veces único.
Apoyamos la iniciativa de Piñera para que sigamos disfrutando de cocineros que ofician en provincias en la capital.

Como siempre, para visualizar el post completo y fotos de los platos visitar: http://www.complicidadgastronomica.es/2012/09/paco-morales-y-javier-aranda-creatividad-profundidad-sapida-y-delicadez-clasica/

Buena ubicación, en Rosario Pino, local agradable y camareros un poco estirados.
He ido en numerosas ocasiones y siempre me ha gustado lo que he pedido, tienen buena cocina.
Me quedo con el Steak tartare, que preparan a tu gusto y siempre resulta exquisito.
Carta ámplia de vinos y licores.
Seguiré repitiendo

Cocina de mercado de alto nivel y gran servicio.

Nos apetecía probar Piñera, tanto por haber leído buenos comentarios como por acercarnos a una cocina de mercado de nivel, junto con una gran bodega y servicio. Además por tener cierto carácter innovador; ya que Piñera han sido los pioneros en Madrid de traer las cocinas de otros restaurantes de nivel a su cocina; por ahora han pasado Casa Gerardo, A Estación, Pepe Vieira y Pepe Solla. Además de los que quedan por venir, destacando Paco Morales en Setiembre.

Perfecta recepción; nada más entrar te encuentras con una pequeña barra y rápidamente te conducen a tu mesa. EL restaurante dispone de 2 salones; el principal estaba lleno con aproximadamente unos 40 comensales. Buena separación entre mesas, y creemos que además el local ha estudiado la acústica porque a pesar del número de comensales, el ruido era muy menor. Eso sí la decoración nos apreció algo anticuada; especialmente los vinilos de las cristaleras con imágenes de Madrid.

Comenzamos con una serie de aperitivos para comer de un bocado, y casi con la mano, nos recomendaron seguir el orden (ver foto) comenzando por la izquierda arriba e ir deshaciéndose de los bocados columna a columna. Estos aperitivos fueron: Sandía con sangría y espuma de seven-up: original y refrescante; Guiso de rabo de toro con pochas: clásico y sabroso; Crujiente de remolacha; cañailla con pesto: personalmente le hubiera quitado el pesto; alcachofa con romesco: me encantó, en su punto y con un romesco suave que no enmascaraba el sabor y croqueta de jamón un clásico de la casa como las de nuestras casas y nuestras madres.

Continuamos con unos raviolis de cangrejos de rio con su caldo, un caldo translúcido, bien filtrado que aportaba muchísimo sabor al plato, además de jugosidad. El resultado del plato nos parece excelente; es para pensar lo que se puede llegar a hacer con un ingrediente económico; siempre que haya trabajo por detrás e imaginación.

Seguimos con un tataki de albacora (túnido del Mediterráneo) con una base de Gin Tonic Blue Ribbon y jengibre. Plato muy estético, colorista, y buena combinación de los ingredientes secundarios con el principal. Personalmente la albacora que no conocía me resultó que la faltaba algo de fuerza en el sabor, pero creemos que no es por su tratamiento culinario, sino simplemente porque el pez es así.
Tercer y último entrante fueron unos boletus bien laminados, con ajo tanto en filetes como en seco y tremendamente picado. Sabor conocido y perfecta sencillez en la ejecución.

Todos los entrantes perfectamente servidos y emplatados individualmente; éramos 4 comensales y estos detalles son de agradecer. Sirven para que todos disfruten de las mismas porciones, para no mezclar sabores; ya que con cada entrante hay un cambio de servicio.

A continuación compartí un plato de pescado en concreto, rape negro de Celeiro con guiso de sepia y habitas. El guiso tenía ese color marrón de cebolla pochada, de tiempo, de paciencia en los fogones; ese guiso solo sería un momentazo culinario. EL rape de muy buen tamaño, en su punto perfecto de plancha, y colocado sobre el guiso y las habitas resultaba un plato sabroso, ligero y con todos los sabores plenamente definidos.

Como plato de carne, nos decidimos por una de las especialidades de la casa, el steak tartar con patatas souflé. Durante la comanda, te preguntan el punto picante del tartar y antes de acabar y servir el plato; te lo dan a probar para que lo pruebes y decidas si está a tu gusto. El plato se acaba en la sala, donde realizan la salsa bajo una cama de hielos, mezclando la misma con la carne y el acompañamiento. Utilizan carne de solomillo de buey, y le dan un punto realmente espectacular. Creemos que estamos ante uno de los mejores steak tartares de la capital. Las patatas souflé están también a alto nivel, nosotros lo combinamos rompiendo ligeramente la patata y rellenándola de steak tartar; algo así como unas patatas souflé rellenas de steak tartar.

Como postre y para compartir otra de las especialidades de la casa la tarta Alaska, se trata de un souflé relleno donde el merengue estaba combinado con helado de lemongrass, lo cual le aportaba frescura, reducía el dulzor de este tipo de postre. Buena combinación y ejecución.

Acabamos con unos petitfours: chocolate negro con almendras, chocolate blanco con pistachos (a resaltar), teja, un bizcocho con forma de hamburguesa con mermelada, y una galleta oreo artesanal.
Destacamos el servicio en toda su extensión, los camareros están en tu mesa solo cuando ellos saben que los necesitas; de alguna manera están siempre sin que tú les veas. Copas servidas en el momento exacto y la cantidad adecuada para que el vino no elevara su temperatura; y las explicaciones necesarias en cada uno de los platos.

Carta de vinos muy completa, especialmente la sección dedicada a los champagnes. Tomamos Albariño Do Ferreiro tanto en su versión estándar (22€) como en la versión Cepas Vellas 2010 (36€); aproximadamente este vino se encuentra en tienda a 24-25€; por lo que el precio parece adecuado. He de decir que no he profundizado mucho en los vinos, que mi paladar solo da para mandar mensajes al cerebro diciendo: no me gusta, se puede tomar, está bueno, está buenísimo. En este caso, me mandó un mensaje claro: “Isaac, este vino es el mejor albariño que te has tomado en tu vida”.

En definitiva una cocina de mercado de alto nivel, con un gran servicio, y muy buena bodega; puede que se eche de menos la posibilidad de comer un menú degustación recomendado, al final nos lo conformamos con los entrantes y segundos.
El local por fuera no transmite lo que uno se va a encontrar dentro.

Si queréis ver el articulo con fotos, podéis visitar mi nuevo blog gastronómico http://www.complicidadgastronomica.es

Tras barajar varias opciones para comer en la capital nos decantamos por este urbano restaurante, animados por las buenas críticas de reputados foréros y por su creciente fama en Madrid, y discrepando (por desgracia), con la mayoría de los anteriores comentarios, no nos pareció una opción muy acertada.

Con un calor considerable accedemos al restaurante de ambiente agradable, mesas bien vestidas, copas spiegelau y correcta vajilla, la distribución de la sala me pareció adecuada, aunque de decoración algo decimonónica, le vendría bien una revisión de este último aspecto. Mención especial merece el servicio, excelente, atento y de alta escuela.

Lo que si echamos en falta fue que ofertaran un menú degustación, ya que cuando visitas un local de alta cocina de mercado, como ellos mismos se definen, es lo mejor para hacerte una idea general de su cocina. A nosotros o no nos lo ofrecieron o no trabajan con él.

Ya sentados uno de los camareros estaba preparando en sala para otro de los clientes unos crepes, los cuales hervían al lado de la mesa en una sartén, mala idea. Me explico, soy totalmente partidario de darle protagonismo al servicio terminando platos en sala, es vistoso y demuestra las virtudes de una parte importantísima de los restaurantes que de otra manera, con el emplatado, pasarán a ser meros porteadores de platos, pero no es lo mismo terminar que cocinar, las salas no están preparadas para soportar los olores y los vapores del cocinado, para eso esta la cocina, todo se impregna del aroma de la preparación, incluida la ropa del resto de comensales y creo que esto no es de recibo en un restaurante de este tipo. Me recordó a la época en la que se puso de moda que el cliente ejerciera de cocinero preparándose la carne roja en una piedra incandescente, con el consiguiente e inevitable ahumado de sala, personas y ambientes, tendencias desafortunadas que por suerte cada vez prodigan menos.

Ya entrando en faena, para abrir boca y mientras nos decidíamos carta en mano, comenzamos con unas olivas deshuesadas y acompañadas de una vinagreta, un aceptable aceite de oliva virgen extra de origen portugués (prefiero el nacional aunque solo sea por cuestión patriótica) y mantequilla con cebollino fría en exceso.

De aperitivo un mas que correcto tartar de atún rojo, del que destacaba la calidad de una muy buena materia prima perfectamente condimentada y a temperatura exacta, lastima que el compañero del pez fuese un helado de rúcula demasiado dulce y carente del característicos punto de amargor de la hierva, que aunque no debe de ser el protagonista tampoco debe anularse. Es decir, una de cal y otra de arena, el helado es de esas preparaciones ‘’fantasmas’’ me explico, lo pruebas no esta malo pero realmente si no te dicen que es no lo sabes, cuestión que bajo mi punto de vista rompe con una de las principales máximas de la cocina moderna, el sabor del ingrediente principal tiene que prevalecer en todo momento, tiene que ser reconocible, y este no era el caso, una pena porque el atún era fantástico. Dicho esto ¿qué le aportaba el helado al excelente tartar?, pues un juego de temperaturas muy acertado y una ruptura de texturas en boca muy adecuada, pero lo principal el sabor del helado, fallaba.

De entrante una desafortunada elección pulpo, pulpo muy mejorable con un imperceptible glaseado de pimentón, según la carta, y acompañado de un velo de leche que poco aportaba al preparado, como guarnición en el mismo plato unas pochas tiernas que supongo que se les caerían en cocina sin querer, porque no se el significado de su presencia ni la función que desempeñaban en la preparación. El cefalópodo, aunque de buen tamaño y generosa ración, no era todo lo tierno que se esperaba, la parte de la gelatina que contiene entre la carne y los tentáculos tenia una textura chiclosa y dura, lo que dificultaba comerlo con facilidad, y su corte excesivamente ancho no facilitaba las cosas, quizás en carpaccio hubiera sido mas adecuado, todo ello unido a la esperpéntica e insulsa combinación de ingredientes convertían la preparación en un fiasco, un plato desestructurado que me costo terminar.

Mi acompañante opto por una de las elecciones mas acertada de la comida, raviolis de ñoqui rellenos de carrilera de cabrito lechal, acompañados de un caldo de jamón ibérico que conjuntaba a la perfección con la extrema melosidad de la carne, y con una potencia que aligerando el conjunto bien hacia las veces de salsa, dos ingredientes, dos texturas y el caldo como hilo conductor, acertada preparación de tendencias muy oriental, japonesa en técnica e ibérica en ingredientes. El plato era armónico, ligero y potente a la vez, muy bueno.

Pasando ya a la preparación principal, en mi caso pude degustar un rape que fue presentado en un plato rectangular en el que se disponían dos pedazos escasos del lomo del pez, caramelizados (si no recuerdo mal) y lacados con salsa de soja, para mi gusto algo en exceso lo que eclipsaba en parte, aunque no anulaba, la magnifica calidad y delicado sabor del pescado que estaba cocinado muy en su punto.
En general buena preparación, bien ejecutada y buena materia prima, el problema viene cuando visualizas el otro extremo del plato, unido al protagonista por una pincelada del mismo lacado una incoherente guarnición a base de sandia y piña cortada en mirepoix, y sobre esta una acelga al vapor bastante pasada y de aspecto amarronado que afeaba el conjunto, de presencia testimonial y casual, con una función mas ornamental que integradora de sabores, sin nexo de unión alguno en el paladar, quizás buscando rebajar la salinidad de la soja refrescando el conjunto pero no consiguiéndolo en absoluto por lo extravagante de la combinación. En definitiva, buen producto tratado con respeto y con un punto de cocción correcto, aunque no perfecto, combinado en el plato con una desafortunada guarnición totalmente prescindible.

Mi acompañante se decanto por un higado de pato al horno, acompañado por cebolla caramelizada y un caldo de almendras, el juego de sabores era correcto, una combinación sencilla pero segura, que tiene todos los números para agradar a la gran mayoría de los paladares, incluso puede pecar de excesiva sencillez. El problema, el gran problema era el foie, un hígado demasiado fino de baja calidad, que como tal al cortarlo desprendía una cantidad de grasa excesiva y al mezclarse con la delicada sopa la cortaba inundándola y engrasándola innecesariamente, una preparación que es muy mejorable simplemente prestándole la atención que se merece a la materia prima, si no es así el conjunto termina fracasando estrepitosamente por culpa del protagonista.

De postre acerté en la diana con una deliciosa panacota de coco, suave y golosa a la vez, con trozos de fruta natural y granizado lo que le confería un juego de texturas en perfecto equilibrio, buena ejecución para una clásica receta.

Del otro lado una fina tarta de manzana individual acompañada de helado, correcta aunque no a la altura del primer postre.

No hicimos uso de la carta de vinos, aunque tomamos un par de copas de Matarromera, excelente y a temperatura correcta, y acompañando el postre un moscatel de Alicante fantástico, ya que como anexo a la carta de postres se ofertan vinos dulces por copas, lo cual veo muy interesante.

En definitiva, por un entrante y un plato principal (a los postres y el café fuimos invitados, gran detalle que desde aquí agradezco), mas las bebidas y extras descritos 65,00 €, desde luego barato no es. Un restaurante supuestamente de una alta cocina que nosotros no vimos por ningún lado, que no sorprende en sus elaboraciones mejor ejecutadas y que decepciona en otros muchos aspectos, demasiados fallos y precio elevado.

Llevaba dos años sin ir a Piñera y tenia un grato recuerdo. Cena de trabajo en dia laborable. El local estaba al 50%.
El servicio muy atento. Primero tomamos algo ( yo tomé un blanco del Penedes que no me dijeron el nombre) y luego pasamos a la mesa. La decoracion es agradable y desde luego vuelvo a repetir que el servicio es impecable. Atento en todo momento a los requerimientos y pendiente que todo estuviera bien.
Nos pusieron un aperitivo de la casa que era un helado de rucula con tartar de atun muy bueno
los panes muy surtidos y de excelente calidad. Yo tomñe el de pasas y el de tomate y este ultimo era muy bueno.
Pero la comida falló en algunos platos que comentaré:
- Anchoas y sardinas ahumadas. Las anchoas muy pequeñas y un solo lomito de sardina. El tartar de tomate y unas salsas que lo acompañaban y que no recuerdo desvirtuaban el plato. Habrian quedado estupendamente con una presentacion tradicional y una calidad de producto mejor al menos en cuanto a tamaño.
- Pulpo a la gallega con crema de patatas. Excelente el pulpo y la crema. Gran cantidad
- Arroz con cigala y queso comte. Me destrozó la cena. Tenia kilos de sal y no solo fue mi opinion. Por otra parte, tampoco era para recordar
- Lomito de cabrito con crema de majorero y rollito de morcilla. EStos dos ultimos acompañamientos sin pena ni gloria pero el cabrito estaba espectacular. La pena es que yo estaba saturada de sal del arroz anterior.

Acabamos con una racion de quesos que no recuerdo pero tenian 2 españoles ( asturiano y otro) y 2 franceses. Aceptable
Cafes

La cuenta subio a casi 75 euros por persona y eso que pedimos para beber Ultreia St. Jacques 2009 que estaba a 21 euros ( casi x3 el precio..). Tienen buena carta de vinos pero bastante subida de precio en la mayoria de las referencias

En resumen, no esta mal pero no era lo mismo que yo recordaba

Local situado en una zona meramente gastronómica y lúdica de la capital, de líneas modernas y discretas, comedores cómodos, diáfanos y amplios, con varios salones y reservados. Mesas bien separadas y sillas confortables en un salón principal con un ambiente agradable y silencioso.

La cocina es puramente de mercado, con una inspiración clásica sin renunciar a una modernidad bien entendida. Carta variada y con diferentes opciones. Como éramos un buen grupo (10 personas), se nos propuso un menú con varios entrantes, un pescado, una carne y un postre, a lo que finalmente accedimos. Después de degustar en barra un excelente "bellota" cortado por un artista con una soberbia salsa "tumaca", comenzamos con un tartar de bonito de categoria, puro sabor, con las especias y el marinado perfectamente medidos sin enmascarar el sabor del bonito. Seguimos con una anguila ahumada fresca y mínimamente tratada, con una espuma de sandía y erizo de mar que estaba francamente buena. El siguiente entrante consistió en un delicioso guiso de bogavante con alcachofitas, jugoso y muy bien conseguido, finalizando la tanda con un arrosellat de gamba roja al ali-oli de kiwi original e igualmente apetecible. La parte principal incluyó un lomo de salmonete perfectamente desespinado y en su punto idóneo y un cabrito en asado lento con un brick de morcilla y espuma de queso majorero realmente fantástico por su melosidad. De postre una golosa pannacota con frutas y unos petit-foirs muy originales y chispeantes. Lo cierto es que comimos muy bien, sin apenas altibajos, buena materia prima y más que correcta ejecución. Notable en este aspecto.

La carta de vinos es una de las mejores de Madrid, no tanto por la cantidad de contenidos como por la calidad de estos, ya que nuestros gustos sintonizan mucho con los de su sumiller, Mario García, uno de los mejores profesionales del país. Oferta equilibrada tanto en su parte nacional como en la foránea con un especial apartado de Champagnes profundizando en los de vigneron, con lo que prácticamente tenemos todas nuestras necesidades cubiertas. Precios variables, hay vinos a precio muy ajustado y otros no tanto, simplemente hay que gastar tiempo en leer la carta, algo que siempre recomendamos. Entre nuestras peticiones y las aportaciones de Mario bebimos de maravilla, comenzando en barra con las botas Nº18 y 24 (Fino Macharnudo y Fino Amontillado), y ya en mesa con un Champagne Cuvée Femme 1996 de Duval-Leroy pleno de fuerza y equilibrio, un delicioso Dönnhoff Kahlenberg Riesling Trocken 2007, un maduro y señorial Alvarinho Dorado Superior 2001, un delineado y portentoso Roulot Meursault Les Luchets 2007, la fantástica garnacha de Gredos Peña Caballera 2009, el siempre original Goliardo Espadeiro 2009 en magnum, un potente Kracher Sine qua Non californiano y finalizando por el elixir de la eterna juventud, un JJ Prüm Wehlener Sonnenuhr Auslese 2002. Vinos servidos en varios tipos de copas (había casi 100 en la mesa al final de la comida) y perfectos de temperatura. Cuidada oferta de destilados. Servicio profesional y sin fallos, siempre amables.

Pues un magnífico restaurante Piñera, un lugar donde cobra especial importancia tanto comer como beber bien, con una cocina de mercado sin sorpresas pero magníficamente ejecutada y una de las mejores selecciones de vino que podemos disfrutar en Madrid, a cargo de un excelente profesional. El precio medio a la carta es de unos 60 euros sin vinos, algo que no nos parece especialmente caro para la calidad de lo que recibimos. Volveremos, ya que hablamos de una de las direcciones imprescindibles en Madrid si se quiere comer y beber a un alto nivel.

Tenía pendiente desde hace algún tiempo subir un restaurante que visité hace ya unos meses y que tanto por el trato del personal, por la calidad de la materia prima, por el gusto de las presentaciones y el mimo que se notaba de la cocina al producto,fue una gratisíma sorpresa.

Nos hicieron un Menú degustación largo que consistió en:
-Aperitivo de Mejillón con Ficoide Glacial
-Aperitivo de Caballa con Espuma de Remolacha
-Verduras en Tempura con Salsa Teriyaki y Romescu
-Bonito Ahumado con Changurro y Helado de Mole Rojo
-Lomo de Conejo estofado con Huevo a Baja Temperatura
-Arroz Meloso con Carabineros
-Steak Tartar con Patatas Soufles
-Sorbete
-Café Ristretto
-Petits Fours
-G&T de Sacred Gin

El aperitivo fue toda una declaración de intenciones. Las verduras en Tempura muy correctas, pero el siguiente plato, Bonito Ahumado con Changurro y Helado de Mole Rojo, la combinación de sabores y su lograda presentación fue un subidón de sensaciones. Un plato realmente conseguido.

El lomo de conejo, seguía manteniendo el nivel alto de la comida pero el arroz meloso volvió a relanzarlo a niveles sobresalientes. El punto del grano, la melosidad y el sabor te transportaban frente al Mar Mediterráneo. Acabamos la faena con un excelente Steak Tartar con su obligado puntito picante acompañado de patatas soufles.

Sorbete para cambiar el sabor de boca antes del café y los petits fours. Como final de trayecto, un G&T de Sacred Gin con tónica Fever Tree para facilitar la digestion ;).

Para regar el Menú empezamos con unas cervezas, unas copas de un tinto de crianza que nos recomendó el Sumiller, Finca Espolla 07 DO Empordá-Costa Brava del Castillo de Perelada y una botella de Beryna 07 DO Alicante que seleccionamos de su amplia y cuidada carta de vinos.

Todo esto, como dije al principio, con un trato muy profesional, buen menaje y correcto ambiente lo que hizo memorable el evento. No os puedo decir el coste pues fui invitado por mi acompañante, pero por los precios que vi en la Carta, Piñera es un restaurante con una muy correcta RCP...digno de visitar.

  • Lomo de Conejo Estofado

    Lomo de Conejo Estofado

  • Bonito Ahumado con Changurro

    Bonito Ahumado con Changurro

Ubicado en la zona del Bernabéu, acudimos de vez en cuando a este restaurante y cada vez nos gusta más.
Al entrar te encuentras con una barra de madera bastante elegante. Hay un comedor de frente al fondo, y el otro está situado a la derecha. En este último, un arco de separación acristalado hace las veces de armario de vinos.
La sala es confortable y espaciosa, con bastante luz y una tarima bonita. Las mesas son grandes, y en ningún momento tienes sensación de agobio. Gran calidad tanto en mantelería, vajilla, cubertería y cristalería, esta última de la marca Spiegelau.
El servicio es joven, muy profesional y atento, con uniformes oscuros.
De primero recomiendo, las ensaladas, elaboradas con ingredientes de primera, las anchoas, plato muy en boga desde hace algún tiempo que aunque en carta aparecen con tomate kumato, las suelen prepar de formas diversas, las crujientes y ligeras verduras en tempura, el jamón de estupenda calidad y las croquetas.
Los segundos tampoco desmerecen: steak tartare con patatas souffle, plato que últimamente veo en muchos sitios, y que quizá sea herencia del desaparecido "Las Cuatro Estaciones", preparado en el momento, y delante del comensal, el estupendo costillar de cochinillo con costra, la sabrosa lubina o la clásica merluza de pincho.
Si sobra algo de vino, nunca te ponen pegas en servir medias raciones de queso.
De postre, el mejor para mí, es el "chocolate", lingote delicioso compuesto de distintas variedades en diferentes texturas. Un verdadero placer para los amantes de este producto. Bueno también (sin más) el tocinillo.
Extensa carta de vinos, muy contenida en precio, con predominancia de Champagne. Muchas marcas extranjeras, algunas reputadas y otras menos conocidas. En el resto de la lista, encontramos además de los más representativos productores españoles, referencias francesas, alemanas e italianas, con alguna sorpresa, fruto de la personalidad del sumiller.
Para terminar, un muy cuidado carro de ginebras y whiskys de malta que te preparan con mucho mimo. Un lugar que jamás defrauda, para recomendar sin miedo.

Cena el sabado tras el partido de la seleccion.6 pax.
Sobre todo destacar el nivel del servicio de sala, incluyendo el del vino.
Muy buena relacion calidad precio.
Tras el aperitivo de la casa,tomamos como entrantes para compartir, 2 raciones de croquetas (buenisimas) verturas en tempura (mejor que en muchos restaurante japoneses) y tartar de atun (perfecto).
Como principales Manitas de cerdo rellenas de cordero (buenisimas me comentaron) rape reozado (el aspecto era fenomenal) merluza en caldo de moluscos(la merluza muy buena, unas navajas que llevaba de acompañamiento, sublimes. El caldo no aportaba gran cosa al plato,)morcillo de Wagyu ( de aspecto bueno) y rosejat de fideos con gamba roja de Denia (de sabor y punto perfecto, buenisimo).
Postres todos muy bien (tocino de cielo, queso, tarta fina de manzana y el resto no los recuerdo.
Cafes e infusiones acompañados de unas trufas y otras mignardises muy sabrosas.
3 chupitos de pacharan (Baines) y un GT de Bulldog-Fever Tree perfectamente preparado.
Como vino 2 Botellas de Mauro, más agua, 346 €, pues lo dicho, una relacion calidad precio perfecta

Después de cuatro visitas en los últimos dos meses creo que es momento de dar mi opinión sobre PIÑERA. No había ido nunca pero tenía un compromiso de trabajo y allí nos fuimos animados por las críticas.

Facilidad de aparcamiento, cuentan con aparcacoches.

Local amplio con zona de no fumadores. Buena separación entre mesas, bien vestidas.

Muy buena recepción siempre, mejorando conforme sumaba visitas :-)

El servicio muy atento y amable. Con algún despiste ocasional como rellenar vino o falta de pan, achacable creo a la cantidad de gente, lleno o casi en las cuatro ocasiones.

Muy buen servicio de vino, carta extensa, somellier asesorando y con un trato excepcional. Buen servicio también por copas a precio razonable, creo recordar 4 € un ribera crianza.

La comida siempre empieza con un aperitivo. He probado tartar de atún y anchoa casera. Buen comienzo en ambas ocasiones.

Se pueden pedir medias de todo con un incremento del 10%. De esta manera puedes confeccionar un degustación a medida.

Luego he probado entre lo primeros:

- Jamón con pan tumaca: Muy bueno.
- Tempura: Perfecta, con varias salsas.
- Croquetas: Casi comparables a las de mi madre :-)
- Anchoas: También muy buenas.
- Lasagna de bacalao: El mejor primero para mi.
- perrechicos con gamba roja: No me dijo mucho la verdad.

Entre los segundos:

- Bacalao
- Rape
- Mero negro
- Steak tartar
- Presa ibércia

Todos a un gran nivel, excepto la presa. Yo no le encontré la gracia, no me gustó. Creo que fue por la salsa que lleva por encima.

Para los postres, buenos crepes hecho delante del cliente.

Buen café con petit fours.

Gran variedad para el copeo. Muchas referencias de gin. Tanto gin como tónica del tiempo, creo que sería un buen punto mantenerlas frías.

En resumen, muy buen restaurante. Cuenta con gran competencia alrededor pero creo que triunfará, no se parece nada a los famosos mesones futboleros.

Buena relación calidad/precio.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar