Restaurante Pelayo Gastro Trinquet en Valencia
Restaurante Pelayo Gastro Trinquet
País:
España
Provincia:
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:

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Vino por copas:
Precio desde:
4,90 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
19 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.0
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
4.7
Comida COMIDA
6.6
Precio medio entorno ENTORNO
7.6
RCP CALIDAD-PRECIO
7.6
blanco y negro con col frita
cremaet
Opiniones de Pelayo Gastro Trinquet
OPINIONES
5

Suelo comenzar mis valoraciones sobre restaurantes que visito con una breve descripción del local donde se ubica el negocio, pero, en esta ocasión, releyendo los comentarios que me preceden y en especial el de mayor antigüedad de Diego (Abreunvinito), no voy a extenderme mucho. Local anexo al majestuoso trinquete de Pelayo donde se han disputado partidas antológicas de la diferentes modalidades de la pelota valenciana, con vistas a éste desde una de sus esquinas y con una decoración moderna que se inspira en los motivos más icónicos de este deporte: la pelota, obviamente, la mano y el guante, rudimentario, de dedales, chapas y esparadrapo.  Mobiliario funcional y buena iluminación. Temperatura un tanto elevada a mi gusto en el servicio de mediodía de hoy mismo.

La carta combina elaboraciones con un poso tradicional significativo (la sepia con mayonesa, la titaina o la ensaladilla) con otras no tan autóctonas, pero siempre dentro de un contexto de cocina clásica (anchoas del Cantábrico, tellinas con aliño gallego, ajoarriero, humus…) y algún pequeño guiño a la cocina un tanto más creativa (fartons de sobrasada, gamba amb bleda thai, etc). Nuestra comanda para cuatro ha quedado del siguiente modo (todo al centro de la mesa para compartir):

- Ensaladilla de ahumados y salazones con patatas a la brasa: rica y con un toque original muy de agradecer pues el paso por la brasa deja una impronta que sorprende y agrada. Para mi gusto no le hubiese venido nada mal un pelín más de mayonesa, pero es una apreciación personal.

- Steack tartar: según reza la carta, se elabora con solomillo de vaca nacional madurada. La calidad de la carne no deja lugar a duda. Aliño comedido que no enmascara al producto principal. Desconozco si se corta a cuchillo o con picadora, pero la textura sedosa del tartar da a entender lo segundo. Se disfruta sin necesidad de apenas masticar.

- Fartó de sobrasada y queso (2): El fartó, para quien lo desconozca, es un dulce tradicional valenciano que se suele tomar con la horchata de chufas. Tiene forma de bizcocho alargado y, en esta interpretación salada, se conserva dicha forma aunque éste resulta ser un poco más ancho. Se parte por la mitad y se rellena con una rica sobrasada de ibérico y una crema de queso de Maó. El contraste dulce salado usado en su justa medida y con criterio siempre es resultón. Muy rico.

- Mollejas de ternera a la brasa: Se sirven sobre una crema de nabos y con hojas de mostaza que aportan un toque fresco y original. Producto bien tratado y con el toque único de las ascuas.

- Gamba amb bleda thai: Plato que nos resulta altamente atrayente por su enunciado, pero cuyo resultado final nos decepciona un tanto. “Gambas con acelgas” es un guiso tradicional con gran implantación en la zona de La Marina y que se preparaba frecuentemente en nuestro hogar. Con ese toque thai que reza la carta puede ser un verdadero bombazo. Después resultan ser unos noodles de arroz como homenaje al ambiente cosmopolita e internacional por el que se caracteriza el barrio de Pelayo/Convento Jerusalén en la actualidad con un acompañamiento insuficiente del guiso principal. No es un plato malo, ni mucho menos, pero no encontramos trazas sápidas de la gamba en bleda ni de la cocina thai.

- Pelota de puchero a la brasa: El puchero valenciano vendría a ser el plato equivalente (que no versionado) del cocido madrileño. En los hogares valencianos se acostumbra a preparar una o varias “pilotes” que se elaboran con carne picada de cerdo (o de cerdo y ternera), miga de pan y condimentos según marque la tradición de la casa (ajo, perejil, canela, pimienta…). La originalidad de ésta es que, una vez cocida, se basa por la brasa con lo que consigue un matiz novedoso que nos ha encantado. Se presenta envuelta en col, como manda la tradición, y con el caldo de la cocción como fondo. De lo mejor.

- Lomo alto de rubia gallega con 36 días de maduración: Exquisito el producto y excelente la preparación. Se acompaña de unas ricas patatas fritas caseras (¿cómo no?) y unos pimientos del piquillo confitados a la brasa que hacen nuestras delicias (sólo ellos como plato ya hubiesen triunfado).

- Como postres hemos compartido un tiramisú versionado con fartons y galleta de cacao (etéreo y nada empalagoso) y una espuma de queso con coulís de frutos rojos y remolacha, con galleta de mantequilla salada que resulta original y divertida por el contraste de sabores y temperaturas.

En el apartado líquido hemos pedido una botella de Seripis Cepas Viejas, una merseguera de Bodegas Murviedro que no conocía que ha ido evolucionando a mejor a medida que transcurría el tiempo desde su apertura, y otra de albariño Pazo San Mauro que ha cubierto sobradamente nuestras expectativas.

Mención especial para el servicio que se ha mostrado raudo, correcto y eficaz en todo momento. Creo que es uno de los puntos fuertes de este lugar y siempre es de agradecer la profesionalidad del personal.

Pues a base de alguna foto de almuerzo enviada a los amigos, nos planteamos compartir placer en algún momento. Ahí vamos los cuatro con el aliciente de ver la antigua casa de sus abuelos que se asomaba a las pistas del trinquet.

Sin cambios en el local, más allá de los camareros/as (esa rotación infinita de trabajadores de la restauración) que siguen cumpliendo bien, lo cual se hace necesario porque el local está completamente lleno a las 10.30h y ya empiezan a escasear algunos platos en el mostrador y ya estamos en el segundo turno de tortilla de patatas.

Disponemos de amplia mesa, aunque apretados en las espaldas por los vecinos, con buen plato de aceitunas de varias clases, algún altramuz y cebolleta en vinagre. Rápida respuesta en las bebidas: clarita, tónica y un par de cervezas de presión (aquí no se ve la gaseosa con vino, porque la edad media es muy inferior a lo habitual en otros lugares).

Lo almorzado con un pan perfecto de miga, de textura y crujiente:

. bocadillo de blanco y negro con col (media barra a 5.50€): es que es oirlo cantar a pie de mesa y no poder resistir. Hay motivo aunque el relleno de col siempre se me queda corto.

. medio bocadillo de tortilla de patatas (un tercio de barra 4,50€): recien hecha, algo jugosa sin pasarse a caldosa y buena cantidad de relleno. Bien.

. medio bocadillo de tortilla de puerros con queso: sonaba raro pero solo quedaba una ración así que entra ansia y se pìde. Cumplió bien.

. tapa de tortilla de patatas (3.50€): dos buenos triángulos (casi más que en el bocadillo) humeantes de la tortilla descrita. Muy bien.

. dos buenos cremaets, un carajillo de Baileys (se repitió un café) y una manzanilla con limón completaron la fiesta y alargaron la sobremesa hasta bien pasado el medio día disfrutando del bonito local con la promesa de repetir en este mundo del "esmorzar valenciano". Están ganados para la causa.

Es un lugar a conocer obligatorio por su historia, por su decoración agradable y por probar sus almuerzos en el centro de la ciudad. Ya estaban las mesas preparadas para la comida con el clásico sujeta cubiertos de media pelota del trinquete. Es un no parar.

  • blanco y negro con col frita

    blanco y negro con col frita

  • cremaet

    cremaet

Un local que merece la pena verlo y fotografiarlo por su decoración. A la hora del almuerzo se suele llenar casi al completo pero con varias rotaciones en las mesas durante el amplio horario. No han habido más cambios en el local ni en su funcionamiento en lo que respeta a los almuerzos. Prácticamente un solo camarero para la sala y consigue no sucumbir, que no es poco. La salida de encargos desde la cocina tiene un alto ritmo seguramente por la preparación previa de lo ofertado.

El tamaño de los bocadillos no ha cambiado y no hay mucha diferencia entre el medio y el completo, en cualquier caso son algo más pequeños de lo que se estila por aquí. El pan es de buen nivel, crujiente, terso, con cantidad de miga adecuada. Por supuesto que hay aceitunas y algo de variantes, aunque en la misma cantidad para dos que para cuatro devotos del esmorzaret. La petición de bebidas tiene rápida respuesta y vienen las dos cervezas de presión y las dos claritas, todas de tamaño medio y a buena temperatura aunque no muy frías.

En una amplia mesa redonda nos sentamos los cuatro y pedimos:

. medio bocadillo de morcilla y col frita: ya conocido, algo más relleno que la otra vez peor sin excesos.

. medio de revuelto de setas con longanizas: referido como bueno y con buena cantidad de relleno.

. presa ibérica con ajetes: muy buena materia prima y con relleno mejorable.

. entero blanquet y pimientos fritos: buen relleno pero con más presencia de pimientos que de blanquet que se nota a faltar más presencia para equilibrar sabores.

Nos quedamos con la duda si ampliar por lo saldo o por lo dulce y optamos por acompañar a los buenos cafés , cremaet y café del tiempo, con unos trozos de:

. coca boba de naranja, bañada en chocolate caliente: muy bien de sabor la coca, con un un chocolate líquido que no satura por lo dulce, y se agradece.

Una rápida panorámica del espacio deportivo que, alguna vez, habrá que visitar en directo durante un evento de pelota valenciana.

 

Salí decepcionado de la cena con la que quería agasajar a un grupo de amigos americanos en la que es, sin duda, la catedral de la pelota valenciana, como bien dice Abreunvinito en su comentario anterior. Primera sorpresa al hacer la reserva porque pidieron tarjeta de crédito avisando que cualquier cancelación con menos de 24 horas de anticipación se penalizaría con 18 euros por comensal. Una práctica que solo había visto en algunos restaurantes de más nivel, que no me parece mal, pero que rompe la confianza inicial hacia el cliente (y del cliente hacia el local).

La reserva es para las 20:30. Los americanos quieren cenar lo antes posible. Llegamos puntuales a esa hora y ya hay un par de mesas ocupadas. Aún así, estuvimos 30 minutos hasta que se acercó el primer camarero a tomar nota de la bebida, y ya para entonces de la comanda también.

Empezaré por los vinos. Corta pero buena carta, de la que escogimos los dos tintos de bodegas Hispano Suizas, un Bassus y un Bobos, a cuál mejor. Servidos sin ningún interés, sin ofrecer a probar ninguno de los dos —no recuerdo la última vez que me sirvieran un vino sin dármelo a probar antes—, en unas copas adecuadas pero pequeñas. 

En cuanto a la comida, pedimos, para compartir:

  • un jamón ibérico, bueno, bien cortado, acompañado de picos y almendras;
  • unas alcachofas rebozadas sobre una cama de salsa romesco, buenas las alcachofas, bueno el romesco, mala la combinación porque el romesco engullía el sabor de las alcachofas a las que debía de acompañar;
  • pulpo asado, sobre unas patatas chip, con una emulsión de boniato, "tierra" de aceitunas negras y un buen chorro de aceite virgen. ¿Hace falta servirlo sobre una hoja de papel, directamente sobre la mesa, como si de unas fish and chips se tratara? Buen sabor, pero llegó frío a la mesa, algo intolerable. 

Como principal pedimos

  • chuletitas de cabrito, buenas de sabor pero demasiado hechas;
  • rodaballo a la brasa, aceptable sin más, demasiado hecho;
  • corvina con gamba roja, a destacar la gamba roja;
  • lomo de vaca rubia, poco hecha, el mejor de los entrantes según los comentarios de los que lo pidieron.

Sin postres, ni cafés.

Dejaremos pasar un tiempo antes de regresar para ver cómo evoluciona.

Si en fútbol, el estadio de Bilbao es la catedral, en pelota valenciana este trinquet se ha ganado el sobrenombre de la catedral, ya que por allí han sentado cátedra los mejores jugadores, incluso algunos han merecido dar nombre a algunos de los bocadillos que allí se sirven.

En la zona fallera de Convento Jerusalen por unos días al año, y conquistada por oriente para el resto del tiempo, subsiste el más clásico (más de 150 años le contemplan) de los espacios dedicado a la pelota valenciana. Gran parte de la decoración del restaurante está dirigida a recordar gestas y jugadores. Una enorme mano (con su pelota en la palma de vaqueta) preside majestuosamente el local, dividido en dos niveles de altura, el superior (un par de escalones) dedicado a mesas con mantel individual y el inferior a mesitas y sillas altas sin mantel, más unos resbaladizos taburetes altos junto a la barra. Por supuesto y al fondo, la caseta de venta de entradas y el pasillo de acceso al frontón donde se siguen jugando interesantes partidas varias tardes a la semana. Una amplia barra con la cocina a su espalda da servicio al buen número de comensales (hasta 60) que allí se congregan a diario, porque el local no cierra ningún dia de la semana con horario corrido desde almuerzo (hasta las 12 h sin reserva) a cenas (9.30-24 h).

Esta nueva propuesta gastronómica, de hace poco más de un año, de cocina de predominio (no exclusiva) clásica con versión actualizada corre a cargo del chef Pablo Margós tan joven como experto cocinero de paellas en Las Bairetas de Xiva. Pero no solo de paella vive el valenciano y el turista, aquí se ha hecho con un interesante hueco entre los sitios clásicos del "esmorsaret valencià" (almuerzo) de bocadillo contundente cuando no de tenedor y cuchillo. Por supuesto también una interesante propuesta, arroces aparte, de comidas en carta.

Pues eso, vamos al almuerzo. Lo hay de entero (más o menos media barra de cuarto) y de medio (como un tercio de barra) y aunque se hecha en falta una carta, puedes ver en la barra parte de las opciones y el resto son cantadas a pié de mesa, lo que te impide elegir sosegadamente y sobre todo conocer todas las opciones, incluso con todo el detalle en su composición. Esta vez fué un almuerzo (5.50€) que se consistió en:

. aperitivo: siempre hay una cortesía de la casa en el esmorsaret, unos cacahuetes con su corteza o fritos y salados, o como aquí un "plato de café" (es la medida habitual) con varios tipos de aceitunas y algún variante en vinagre.

. bocadillo entero de morcilla y col frita: un clásico valenciano, un poco corto de mezcla ya que no debe verse base de pan, perfecto de punto de col frita, algo más pasado el punto de fritura de la morcilla y con el aceite justo para que el pan de abajo se embeba sin chorrear ni gota al aplastar y morder.

. bebida: una copa de tinto Hoya de Cadenas traida servida desde la cocina (con lo poco que cuesta hacerlo bien y servirla en la mesa tras mostrar la botella), buena temperatura y ración en copa muy correcta y que resultó un buen complemento. En la barra la cerveza de presión es Amstel, dato que cada vez está más solicitado por los clientes, especialmente a la hora de los almuerzos.

. café, que bajo petición (y 0,5€ de suplemento) cambió al clásico "cremaet" que es una versión del carajillo pero con una perfecta y meticulosa distribución en 3 capas: bajo el licor (brandy, ron) que se ha quemado para elimiarle alcohol, luego el café (corto e intenso) que no se debe mezclar y encima una buena cantidad de espuma con dos granos enteros de café, un poco de canela y azúcar con piel de limón. Colofón imprescindible para el completo esmorsaret.

Un sitio para conocer cocina y también historia de la ciudad. Atención a la nueva propuesta gastronómica del chef, un nuevo local también con nombre relacionado con la pelota valenciana: Vaqueta, en las cercanías del mercado central.

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