Buen hotel en preciosa localidad.

Un “hotel con encanto” en el caso histórico de Olite, en una de las estrechas y deliciosas callejuelas que mueren en la plaza del ayuntamiento.

Se trata de un antiguo palacete restaurado con mimo y mucho gusto, respetando ciertas partes y añadiendo ideas y materiales nuevos en otras.

Tiene unos rincones y unos jardincillos interiores realmente entrañables. Falta un poco de amplitud en zonas comunes, aunque quizás ese recogimiento forme parte del "encanto" citado.

Un buen hotel, en el que por suerte, me tocó una habitación doble superior (no debía quedar otra), que era gozosa. En la última planta, con terracilla y vistas al jardín interior, con el suave murmullo de una fuente de caño… ¡Qué paz!

La habitación era amplia, moderna, con una ducha magnífica, y elementos destacables, como el dosel de la cama y un murete de ladrillo rústico que estaba a sus pies, entre ésta y los sillones, sobre el cual descansaba una televisión.

Elementos mejorables: la televisión, pequeña, tripuda , con el TDT encima de ella y los cables a la vista en la parte trasera (un plasma aquí y ya…), y el desayuno, austero, eso sí, servido en una confortable y cálida sala.

Servicio reducido, pero profesional y dispuesto.

Dispone de parking (10€/día).

El precio que hago constar es el que pagué, que en realidad correspondía a una habitación estándar doble, uso individual, por lo que no voy a valorar la RCP pues desconozco cómo eran estas habitaciones.

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