Un caso verídico de Cultura del Vino.

Esto que voy a contar me ocurrió en Sevilla en septiembre del 2.001.

Entro en un bar, cuyo nombre no voy a dar por razones obvias, y veo en la estantería una botella flamante e intacta del palo cortado Obispo Gascón y le pregunto al dueño (el tío más ";malage"; y ";sieso"; del mundo):

-¿cuánto cuesta la copita de Obispo Gascón?
-Sientoveintisinco peseta.-me dice el tío.(eso es lo que costaba entonces una caña de cerveza o una copa de manzanilla normalita)
-Pues, póngame una copita.-le digo.

Una copita, y otra, y otra... En dos semanas acabé con dos botellas de Obispo Gascón y una de amontillado Príncipe a ";sientoveintisinco peseta"; la copita. Y el último día cuando voy a pedirle la copita de turno me dice el tío:

-¿Usté sabe de vino?
-¿Yo? no, ¿por qué?
-Porque he ido a pedí má botella al proveedó y no me acordaba de lo que costaba ésto. La copita vale 475 peseta.
-Mire usted, yo le pregunté cuánto costaba, me pareció un precio razonable, el vino está ";güeno";, pero 475 pesetas es muy caro; así que hoy me va a poner usted una ";servesita";.-le respondí.

Y ¡Hasta luego, Luca!

El tío no sabía lo que tenía, ni lo que costaba, ni se había dado cuenta de cómo cogía yo el catavinos, cómo lo agitaba, cómo lo olfateaba y cómo lo saboreaba. ¡Esto es auténtica Cultura del Vino!