Meditación.... frustrada

Este puede parecer un mensajito algo trivial quizá, aunque supongo que a todos nos ha pasado. Alguna vez.
Cada día que pasa, se acerca más la fecha en que tendré que alejarme de mi esposa e hijo por varios meses, y de mi país por año y medio. No ha nacido ser humano al que ésa perspectiva no le cause sentimientos encontrados. Pues bien, ayer domingo el día estaba lindo y se puso hermoso mientras caía un aguacero estival de ésos en los que uno no resiste la tentación de salir y mojarse un poco. Seis de la tarde, seguía lloviendo, y un arcoiris a lo lejos. Mi casa en silencio.
El concierto para clarinete de Mozart. Mi último puro San Cristóbal de la Habana se acababa. En medio de los acordes dolorosamente bellos de la milagrosa música de Mozart, tomo fácilmente una difícil decisión: descorchar mi única joya, Chateau Latour 1989. Solo. Sin queso, sin alimentos, sin más compañía que los relámpagos, el olor a tierra húmeda y el sonido de las gotas cayendo.
Estoy a punto de descorchar mi botella de meditación.

¡Y en éso escucho el grito de mi esposa de que nuestro bebé se despertó hecho una furia porque no ha comido!

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