<I><U>Fuentenarro</U></I> Impresión de mi visita a la bodega.

Lo primero de todo agradecer a María Luisa, no solo que supliese a Pedro en su ausencia (parece ser que unas más que merecidas vacaciones), sino que nos atendiese con una amabilidad y cercanía infinitas. Tanto Cristina, mi mujer, como yo salimos de esa pequeña bodega con las sensación de visitar a unos amigos de toda la vida.

La bodega, sencilla, pequeña y funcional. Cuidada, organizada y sobre todo sencilla. Da la sensación de que es fácil hacer vino, y seguramente lo sea. La dificultad estará en hacerlo bueno, y eso sí que lo saben hacer bien.

Llegamos prontito, sobre las 10 de la mañana, y allí estaba María Luisa con una amplia sonrisa, contándonos el día a día de ese trabajo que muchas veces, estoy convencido, es más duro que apasionante, aunque esos momentos en los que la pasión supera a la dureza les merecerá la pena. Mañana gélida, en la Horra especialmente, y ver a la gente en el campo en plena poda me hacía pensar lo cómodo que resulta a veces estar enfrente a un ordenador. Pero eso es otra historia.

Comparar Fuentenarro con otras bodegas es como comparar un huevo a una castaña en casi todos los aspectos. Recuerdo la visita a Riscal…. Fría, muy fría… enorme, muy enorme… impersonal. Aquí todo a mano, todo contado, todo de tú a tú y la despalilladora más pequeña que he visto… jejeje. En fin, que encantados de la vida, con una buena sensación hasta el momento en el que entramos en la salita… ahí todo cambió, y de estar encantados pasamos a estar maravillados por cómo una bodega modesta, a precios modestos puede hacer un vino como el Vendimia Seleccionada.

Repasamos el roble, el crianza, el Vendimia Seleccionada y el reserva. El primero más que correcto, me resultó muy elegante para ser un roble, daba una impresión más trabajada, sin ese bombazo frutal que dan algunas veces en esa DO en esos vinos de media crianza, sino con una cierta finura, sobre todo en nariz. El crianza también en esa línea, al igual que el reserva, aunque este último no pudimos apreciarlo bien, porque necesita tiempo, bastante, y estaba un poquito frío… (En la Horra, la temperatura “ambiente” de las estancias, si no hay calefacción, no es la “óptima” para un vino de esas características. No obstante apuntaba bien y empezamos a sacar ciertas notas acarameladas que hacía notar la evolución del vino, una vez abierto y servido. Lo del vendimia seleccionada es historia aparte. Creo que se separa de la línea de los otros tres vinos, es más concentrado, más frutal, con una madera menos dulce y unas notas de humo y tostados que resultan, junto con la fruta inicial y esa estupenda acidez y amargor final, muy pero que muy convincentes. Es un vino muy armónico, pero que seguro que se redondea con al menos un añito más.

Prometo subir notas a medida que abra las botellas que me traje.
Felicidades a la bodega por su filosofía, su producto, su buen hacer y su infinita amabilidad.

Gracias María Luisa.

(PD. La foto que nos hicimos con vosotras no ha salido bien, sale el reflejo del flash en la caja dónde la apoyamos… A ver si en otro viaje hacia Valladolid repetimos visita y hacemos fotos en condiciones )