La noche de aquel 42 (Notas recicladas, Pte. 1)

7 respuestas
    #1
    MCamblor

    La noche de aquel 42 (Notas recicladas, Pte. 1)

    La tarde en Manhattan estaba verdaderamente asquerosa. Caminar un par de cuadras era como ahogarse en un plato de sopa vietnamita de pescado, apestosa y humeante. Diez millones de grados farenheit, con un aire espeso y rayos y truenos irrumpiendo entre tanta humedad, pero sin una lluvia refrescante para aliviarle el cuerpo a uno.

    Lo menos que podía hacer era dar un poco de alivio, para mí mismo y para un grupito de amigos. Así que cociné. Y saqué unos cuantos vinitos de mi cava. Y ofrecí un poco de risa mientras pedía en silencio a los espíritus que el aire acondicionado de mi apartamento no muriese de repente...

    Los amigo llegaron poco a poco. Jayson Cohen y su esposa Laura Glick, Gerry Dawes (un caballero cuyo conocimiento sobre el vino español y sus opiniones, a veces muy controversiales, respeto sobremanera) y su acompañante, Libby, el genial Joe Dougherty, cocinero extraordinario para quien me encanta preparar mis modestos platos) y un Sasha Katsman que parecía compungido.

    El menú, sencillo y veraniego. Champiñones crimini salteados en jerez y ajo y servidos con pan de campaña, ceviche de vieiras y pescado con esencia de tres chiles y mango, salmón al horno con tomillo sobre risotto al ajo asado y trufas (una receta de Charlie Trotter Cooks at Home, que ha resultado ser tremendo libro...) y una buena bandeja de quesos artesanales.

    El vino fluyó de a mucho. Algunos dirían que “;de a demasiado,”; pero yo no. Ocupado entre mis deberes como chef y anfitrión, no pude tomar notas de los primeros que probamos, teniendo ahora que referirme a trocitos de recuerdo. Pero luego, sentado a la mesa, pude sacar mi libreta y mi pluma y hacer las cosas como Dios manda.

    Abrimos con tres champañitas de productores pequeños. Con aromas térreos y de muy característica tiza, el apretado y nerviosito Pierre Peters, Brut Blanc de Blancs Grand Cru, Champagne NV promete mucho, pero necesita unos cuantos años para soltarse el pelo y hacerlo a uno gozar de verdad. Austero ahora mismo, muy correcto... No así el Jacques Selosse, Brut Blanc de Blancs Grand Cru, Champagne NV, un vino que me chifla, aunque francamente se pase por buen sitio muchas de las ideas que tengo sobre como debe comportarse una champaña. Opulento y con una bella estructura, este Selosse es más bien un excelente Chardonnay, cremoso y potentemente mineral, suculento y sexy... Y con burbujas. El E. Barnaut, Brut Rosé Grand Cru, Champagne NV resultó térreo y compacto, con alguito de cepas y fresas silvestres. Pero todavía necesita tiempo en botella para suavizar sus ángulos.

    De la mochila de Joe D. Nos salió un blanco misterioso. Venía en una botella del Saint Gervais de nuestro buen amigo Eric Texier, pero a las claras no tenía nada que ver con eso. En esa parte del Ródano Eric sólo tiene uvas tintas. Con el blanco en cuestión en mi copa me retiré a la cocina. Casi inmediatamente salí, reclamando que el asunto olía fuertemente a Riesling... Joe, ni corto ni perezoso, me salió con que “;claro, Eric tiene un par de hileras de Riesling en Saint Gervais, es un secretooooooo...”; El vino resultó ser el Salomon, Riesling “;Kremser Kögel,”; Kremstal, Austria 1990. Delicioso y fresco, con excelente mineralidad y bonitas notas florales sobre un fondo de acidez cítrica.

    Prontamente, Joe D. Nos lanzó otro vino misterioso. Esta vez se trataba de un tinto en una botella de Muscadet. De nariz, decididamente californiano, muy Napa. Mermelada de frutas del bosque, tierra y tabaco negro. Rusticón y algo aburridote, en boca se quedaba cortito, con taninos granulosos y un final amarguito que no resultaba particularmente placentero. Este desencanto era el Joseph Phelps, “;Insignia,”; Napa Valley, California, E.E.U.U. 1991.(Sigue)

    #2
    MCamblor
    en respuesta a MCamblor

    Re: La noche de aquel 42 (Notas recicladas, Pte. 1)

    Ver mensaje de MCamblor

    Más, en rápida sucesión. Un Flor de Pingus, Ribera del Duero Crianza 1996 que fue tan lamentable como en tantas otras ocasiones en las que me ha tocado probarlo. Mermelada y ciruelas pasas sin carácter alguno... Un seudovino traficado, alto en alcohol y con pesados tablones de roble como su único soporte. Carente completamente de posgusto. Vergonzoso, etc. El Pesquera, Gran Reserva, Ribera del Duero 1996, traído a colación por Gerry Dawes en un intento de hacerme retomar la fe en los productos de Alejandro Fernández (Gerry insiste en que vale la pena tratarlos como “;vinos de año,”; sin exigirles mucha longevidad) y de convencerme de que existe por lo menos un Ribera en el 96 que vale la pena beber (tiendo a llevarme de mi gusto, no de la flatulenta y rimbombante prensa que se les da a ciertos productos en el nuevo mercado mundial del vino). Este Pesquera, por cierto, no logró ninguno de esos dos cometidos. Si bien no puede culpársele de la vulgaridad del crianza y del reserva, es un compuesto más bien simplista y bobalicón. Cereza, mora y anís en la nariz, con un leve toque de cuero como el de un guante de beisbol nuevo. En boca, carnoso y dulce, suave y nada estructurado. Un poco de madera aquí, un poco de fruta allá, sin algo de acidez donde agarrarse... No miento cuando digo que estraño aquellos primeros tiempos del Sr. Fernández, cuando pocas cosas me daban tanto placer como un “;Pesquerita”; del 86.

    Por suerte, mejores líquidos nos esperaban. El Dr. Cohen nos trajo un par de borgoñas para catar a ciegas. El primero, de una botella sin etiqueta, era un vino etéreo y muy perfumado, con grandes cantidades de exquisito terroir en evidencia y todo tipo de notas florales y de frambuesa dulce en nariz y boca. Muy para nuestro disfrute, Sasha lo identificó sin esfuerzo como el Joseph Roty, Griottes-Chambertin 1994. De una añada paupérrima en Borgoña, un vino precioso... Nuestro segundo Borgoña me hizo pensar inmediatamente en Volnay. Pero no... Faltaba algo y sobraba otra cosa... Frambuesas y cerezas maduras, violetas, pétalos de rosa, sous bois y una mineralidad muy profunda al olfato. Una nariz sumamente elocuente. Y en el paladar el vino se expresa igual. Carnoso y vívido, con amplia y dulce fruta roja y mucho, mucho de su terruño. Lo que era: El Ramonet, Chassagne-Montrachet Rouge 1er Cru “;La Boudriotte”; 1993.

    El próximo vino, hasta donde yo sé, hacía su debut entre nuestro círculo anoche. El C.V.N.E., “;Real de Asúa”; Reserva, Rioja 1995 es el nuevo vino “;ultrapremium”; de esta venerable casa que tanto goce nos ha dado a través de los años. Aromas serios, imactantes a la primera olida. Potente fruta roja, especias, cuero, tierra, anís, dulce de membrillo y cáscara de naranja. Masivo y decididamente Rioja auténtico. Mucha fruta, mucho roble, mucho de todo... Pero en perfecto equilibrio y con sabrosas notas cítricas en el potente posgusto. Claro, cuando pienso que por los 95 dólares que piden en las tiendas por esto puedo adquirir tres botellas del fabuloso “;Viña Imperial”; Gran Reserva del 91, me entran mis duditas. Y vale la pena mencionar aquí que difiero de aquellos “;entendidos”; del vino español que han hablado de este como un vino para beberse joven. Todos los elementos están en su lugar e indican que este puede ser un C.V.N.E. tan longevo como el que más (los que hemos probado recientemente unos cuantos “;Viña Real”; de los cincuentas podemos dar constancia de lo que es vivir largo y tendido). Por la lección vale la pena abrir uno ahora, pero el resto se quedará guardadito... No más infanticidio.

    Tres Riojas más siguieron, todos de 1973, una añada que nos ha dado mucho mejores vinos que lo que sugirieran ciertos críticos. De mi bodeguilla, el R. López de Heredia, “;Viña Bosconia”; Gran Reserva, Rioja 1973 y el Bodegas Riojanas, “;Monte Real”; Gran Reserva, Rioja 1973. Y gracias a Gerry Dawes, también el Muga, “;Prado Enea”; Gran Reserva, Rioja 1973.(Sigue)

    #3
    MCamblor
    en respuesta a MCamblor

    Re: La noche de aquel 42 (Notas recicladas, Pte. 1)

    Ver mensaje de MCamblor

    Del Bosconia: Una compra reciente, y no muy buenas las noticias... El vino en mi copa da evidencia de maltrato en tránsito o almacén, leve pero perjudicial. Ciruelas pasas, caramelo y un poco de oxidación dominan el aroma. Por debajo se notan acentos de tabaco bien curado, arcilla, cerezas y un rico toque de especias. En boca es donde se hace más patente el daño. Se nota buena estructura y bastante carnosidad, con bastante fruta. Pero el todo carece de cierto lustre, no hace vibrar como debiera. Quizás con otras botellas haya más suertecilla en el futuro, pero lo dudo, dado que son de un mismo lote las que tengo.

    Del Monte Real: Cada una de las últimas cinco o seis veces que he catado este vino me ha dado impresiones muy distintas. Anoche se mostraba más delicado y sutil, hasta etéreo. Se tomó su tiempo en adquirir cierto cuerpo al airearse. Aroma complejo de cuero, tierra caliente, romero, ceniza, lavanda, ciruela madura, frambuesas secas y cerezas. Fruta suculenta en el paladar... Algo de drama en la suavidad con la que se revelaban capas y capas de sabor. Una impresión peculiar de tomates frescos, bien maduros, en la boca. Largo y grácil, aunque menos impactante que en degustaciones previas.

    Del Prado Enea: Poderoso aroma de cerezas, zarzamoras, azúcar prieta, especias de pastelería, chocolate con leche, excelentes habanos y buena tierra. Suave y elegante, pero decididamente macho (en el mejor sentido de la palabra). Complejo, especiado, profundo de fruta y pulsante con una gran vitalidad. Final muy largo con notas de cedro, arcilla y tomillo. Mi fantasía es poder terminarme yo solito unas cuantas botellas de esto.

    El estelar Prado Enea poco pudo prepararnos para lo que vino después, una botella que Jayson y yo habíamos encontrado en una tiendecita oculta de Manhattan, en una expedición conjunta de compras. Nos arriesgamos y pagamos 120 dólares por un R. López de Heredia, “;Viña Bosconia,”; Rioja 1942, sin más específica designación en su amarilenta y rasgada etiqueta que un encantador letrero de “;Spanish Red Dinner Wine.”;

    EL que el corcho se fuera abruptamente hacia el interior de la botella y una decantación rápida se hiciera necesaria nos hizo temer un poco, pero al oler lo que cayó en mi copa toda duda se disipó instantáneamente.

    La botella, aparentemente, era de la tirada original de Bosconia, que saliera al mercado norteamericano a principios de los años cincuenta. Desde entonces, es difícil decir las vueltas que pudiese haber dado. Pero ahora estaba con nosotros. Eso era lo importante.

    Muchos se reirán ante mi apasionamiento con una “;antigualla”; así, pero la verdad es que el aroma que se elevaba de mi copa era de esos que pueden hacerlo a uno llorar de felicidad. No solamente estaba vivito y coleando el vino, sino que hacía lo que hacía con un vigor impresionante. Nada de abueletes tomando Viagra, por favor... Este era uno de esos señores mayores llenos de poder, elegancia, energía y joie de vivre natural, un “;grande entre los grandes”; como pudieran haberlo escrito García Márquez en su buena época. El color era un rubí profundo, con un fino borde cobrizo.

    El bouquet era de flan de caramelo, de tabaco madurísimo, de tierra, de cuero carísimo de boutique de Hermès, de pétalos de rosa, cedro, melaza, ciruelas frescas y cerezas negras. Mi espinazo vibraba y los ojos se me aguaban. Estaba ante un gran vino, quizás del calibre del Latour 61, del Ausone 28, del Pétrus 64, del “;Único”; 45... Estab ante un vino que justifica estar metido en esto, llamarme a mí mismo “;amante del vino,”; uno de esos que lo hace a uno llegar a una nueva definición verdadera de lo que es placer.

    Lo olí por mucho rato. Muchísimo. Cuando al fin decidí llevarme a la boca la copa, el vino era denso y rico, sedoso y complejo, cargado con deliciosa fruta (así mismo, incrédulos, f-r-u-t-a, pura y preciosa) y maravillosos sabores secundarios, todos sostenidos por taninos firmes y sabrosa acidez. Daba todas las trazas de ser un vino que viviría por varias décadas más y pasaba suavemente, dejando un posgusto larguísimo, deliciosamente provocador y dulce, con más elementos que los que pudiera yo enumerar aquí.

    Algo que recordar, de verdad. Es una pena que ya no se hagan muchos vinos así, ni en España ni en ninguna parte (no se preocupen, que no voy a castigarles con un discursito galófilo en contra de la osmosis reversiva o del uso de rotofermentadoras, o de tantas otras horteradas enológicas que plagan nuestro mundillo) que saben lo que son, que reconocen la distancia que hay que recorrer y la recorren con tranquilidad.(Sigue)

    #4
    MCamblor
    en respuesta a MCamblor

    Re: La noche de aquel 42 (Notas recicladas, Pte. 1)

    Ver mensaje de MCamblor

    Nos pasamos un tiempo alrededor de la mesa, felices. Hablamos mucho y hasta intentamos entrarle a una botellita del Emilio Lustau, Oloroso “;Alamcenista Pilar Aranda y Latorre,”; Jerez de la Frontera Solera 1918, pero estábamos demasiado enganchados con el Bosconia 42. Ese había sido un momento dentro de la magia, de risa, de amistad y de compartir un pedacito de la historia. Un momento de placer real.

    ¿Les parezco exageradamente sentimental? No puedo evitarlo. No anoche. Ni ahora, mientras escribo, tampoco...

    Saludos desde Nueva York,

    Manuel

    Oye, y a ver si eso de los 5000 caracteres lo expanden un poquito, que a veces las notas de catas de mucho vino no caben en tan pocas palabras....

    #5
    rania
    en respuesta a MCamblor

    Re: La noche de aquel 42 (Notas recicladas, Pte. 1)

    Ver mensaje de MCamblor

    ...Si una nota de cata no te cabe, pon un comentario a la primera nota de cata,
    como sgeunda parte de la primera...es una solución.
    Yo lo he hecho a veces.
    Saludos.

    #7
    MCamblor
    en respuesta a Juan Such

    34 vinos, sí...

    Ver mensaje de Juan Such

    ...Pero no todos del Ródano.

    Comenzamos la cata con rieslings del Mose, del Rinl y de Wachau, en austria (un Nikolaihof Vom Stein intenso y profundo). Luego sucedieron dos o tres blancos más (del Ródano, nada extraordinario; alcohólicos y alguito oxidativos) y una tanda de cabernet franc del estado de Nueva York (el Loira del Nuevo Mundo), seguidos por varios Chinons y Bourgueils para comparar. Finalmente, apareció un recorridito por todas las apelaciones que constituyen la designación global "Côtes du Rhône Villages." Las estrellas fueron el CdR 00 de Alain Voge, de Eric Texier el Chusclan, el St. Gervais y el Vaison-la Romaine (todos 00, en orden de preferencia), el Lirac 98 de La Mordorée y St. Maurice "Maréatis" 99 de Viret.

    Tengo tantas notas por recopilar antes que estas que probablemente no escriba nada hasta como dentro de un mes.

    M.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar