Foro de Vino > De los grandes y pequeños Artadi. Todo lo que el Cesar quiere que se lo quede y bebamos que aun hay vino

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#37
Arosemena

Re: De los grandes y pequeños Artadi. Todo lo que el Cesar quiere que se lo quede y bebamos que aun hay vino

Todo Arte, con mayúscula, en su más íntima esencia, es un ejercicio de honestidad compartida.  El fin del autor, sea por un acto de vanidad, desprendimiento o en el legítimo ejercicio de exorcizar demonios, es encarnar parte de su alma en aquello que se comparte con los demás; en eso que se disemina a la humanidad como testimonio de nuestro paso por esta brevísima existencia.   Ya sea una pintura, una composición musical o, como es el caso de esta nota, mediante la confección de grandes vinos, el Arte, es, ha sido y será, como decía Baudelaire, esa “necesidad de salir de uno mismo”. 
  
Ayer tuve la oportunidad de compartir con Juan Carlos López de Lacalle, enólogo de Cosecheros Alaveses, mejores conocidos por un nombre que ha llegado a ser sinónimo de excelencia en el mundo de los grandes vinos: Artadi.  La noche estaba servida para un tour de forcé llevados de la mano del Maestro López de Lacalle.  Y sí, Maestro, con mayúscula. 
  
Entre catadores, periodistas y entusiastas del mundo vinícola, la cata arrancó con un delicioso vino de la región de Alicante, hecho a partir de la fresca y refrescante Monastrell.  “El Sequé’, aventura acometida por Artadi hace pocos años, se presentó tal y como es, un vino jugoso, fresco, redondo, que no pretende ser otra cosa, que no quiere ser otra cosa.  Su nariz corresponde a su cuerpo y boca.  No hay engaños, no hay maquillaje.  Es un vino que baila en el paladar, precisamente, porque es honesto, porque su pretensión no es otra que agradar.
 
Posteriormente se presentaron 3 añadas del experimento de Bodegas Artadi en la región de Navarra.  “Santa Cruz de Artazu”, elaborado en un cien por cien con Garnacha, es un vino interesantísimo.  No es la garnacha madura y explosiva del Priorato o del Montsant que por su carga frutal y madera pueden, en ocasiones, sobrecoger y hasta cansar el paladar.  Por el contrario, en palabras de López de Lacalle, estamos ante una garnacha electrizante, que refleja su suelo y origen, más cercana a uvas blancas que a tintas, y su proximidad con los Pirineos.  Es, en mi apreciación, un vino que se asemeja más al Ródano, en el sur de Francia, que a las garnachas españolas.  En cuanto a la relación precio versus calidad, es un vino estupendo.  Su acidez invita a comer y, al mismo tiempo, facilita la digestión.  Es, a la mejor usanza española, el protagonista de la mesa.  La comida tiene un rol secundario.  Es, como debe ser, unos platos que acompañan al vino.
 
Ya en la Rioja, tierra que vio nacer a Juan Carlos y a Bodegas Artadi y lugar donde ubica la sede de este templo a la honestidad, comenzó el ascenso a los cielos del tempranillo.  El primer vino, “Viñas de Gain”, no tiene parangón en lo que nos ofrece por su precio.  Rioja clásico con matices modernos.  Agrada sin engañar.  Sus taninos son elegantes, aterciopelados, envolventes.  El post gusto es amable, paciente y enamoradizo.  Te hace pedir más y volver por la copa.  Gran vino con capacidad de mejorar en 5 a 7 años desde su nacimiento. 
 
Subiendo unos cuantos peldaños, la noche dejó de ser tarde.  Pisando terreno conducente a la gloria y dejando atrás la felicidad sencilla de “El Sequé”, la sinfonía olfativa y bucal del “Santa Cruz de Artazu” y la elegancia asequible de “Viñas de Gain”, pasamos a catar tres añadas de Pagos Viejos.  Cosa seria.
Pagos Viejos, uno de los vinos más elegantes del mundo, ha sido por muchos años uno de mis predilectos.  No decepcionó.  Al contrario, al comparar distintas añadas, pude apreciar las variantes que lo convierten en un referente de la grandeza de la Rioja.  Vino con nervio, pulso, fruta, cadencia, poesía caribeña, ritmo de bosque, rastro de viento.  Nariz de tabaco, piedras mojadas, balsámicos, fruta en su estado natural que recompensa en boca.  Fiesta, gran fiesta de papilas.  Logra lo imposible; supera la nariz, luego, el final persistente, supera la boca.  Este vino no se traga; se deja pasar, se le abre la puerta y el corazón.  Es un vino para pensar.
 
Finalmente, llegó la pièce de résistance, “El Pisón”, vino-tributo al abuelo del Maestro.  Sembrado por aquél a mediados de la década del 40, es uno de los pocos caldos que ha subido a los cielos del vino.  Su versión 2004 calificó 100 puntos en la valoración y estima del Wine Advocate, publicación que preside Robert Parker, Jr., quien en la estima de muchos es la primera autoridad mundial en materia de crítica especializada de vino.  Su nariz es intensa, penetrante, se integran el cacao, el café, las flores, la fruta madura que se come en su mejor momento; que se merece después de una larga jornada.  Minerales, muchos minerales, como una lluvia de piedras.  Difícil encontrar palabras para describir aromas que dejan de ser transmisiones olfativas, ejercicio biológico, para convertirse en recuerdos, pasajes de un pasado propio donde algo se detuvo en nuestra vida.  Allí, donde se forjan esos recuerdos inolvidables.  En boca es elegantísimo, una dama con personalidad.  Su estructura envuelve la lengua, tiñe y tinta las encías, pinta las muelas.  Se queda contigo para siempre.  En mi humilde opinión, su mayor virtud es que no interrumpe el placer, se deja estudiar, permite que lo aprecies, coquetea un poco con uno y, al final, se revela tal cual se concibió, como un ejercicio de amor, una ofrenda de Juan Carlos para su abuelo que hoy, desde el cielo, debe estar catando ese mismo vino porque, en efecto, es un vino celestial; del más allá.
 
En conclusión, tomando prestado del Maestro Neruda, quien expresó que su poesía era quien realmente podía hablar de quién era él, pienso que los vinos de Juan Carlos López de Lacalle son poesía embotellada que con cada sorbo nos revela la personalidad, el alma y la honestidad de su hacedor.  De ese hombre sencillo que prefiere el título de agricultor a cualquier otra estima.
Agradezco al distinguido importador de vinos y amigo, José María Rojas, por la oportunidad de apreciar tanta grandeza en tan pocas horas.  Asimismo, al personal del Horreo de V. Suárez, tienda especializada que representa a Bodegas Artadi en Puerto Rico.

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