Complejidad y elegancia de la moscatel de viñas viejas

Nueva añada del que puede considerarse el vino "top" de esta bodega malagueña con raíces en las escarpadas pendientes de la Axarquía, una de las zonas del panorama vitivinícola español que viene emergiendo de manera imparable en los últimos tiempos. Destacan los nuevos vinos de esta zona por un respeto estricto de la tradición, que tiene más que ver con la búsqueda de la autenticidad y las características propias del terruño, que con el empleo de técnicas de elaboración artesanales. En este sentido, las nuevas elaboraciones destacan por ser impecables en su factura, lo que les permite extraer todo el potencial aromático de las variedades autóctonas que crecen en cepas centenarias en terrenos fundamentalmente pizarrosos. Se trata fundamentalmente de la Moscatel de Alejandría, también denominada Moscatel de Málaga, aunque también se están recuperando algunas otras variedades, como la tinta Romé, que van a dar mucho que hablar en tiempos venideros.

En esta ocasión, bodegas Bentomiz nos vuelve a deleitar con otras de sus creaciones magistrales, el Terruño Pizarroso 2008. Un vino elaborado 100% con Moscatel de Alejandría, obtenida de viejas cepas casi centenarias con bajísimos niveles de producción, que ofrece concentraciones aromáticas y sápidas realmente asombrosas. El vino pasa por una respetuosa crianza en barrica nueva de roble francés, durante un período variables, según la añada, y que nunca excede de los 6 meses. De esta manera, el vino adquiere niveles de complejidad y profundidad digna de los mejores vinos naturalmente dulces del mundo, a la altura, sin duda, de los mejores Sauternes o Tokaj.

El vino presenta una preciosa visual de colores dorados intensos, con tonalidades de oro viejo y atardeceres de verano, con ciertos reflejos cobrizos y amielados, con una presencia en copa que presagia su madurez frutal y su elegante concentración. Discurre con fluidez glicérica, dejando una profusa lágrima que se derrama con lentitud por el interior del cristal.

La nariz es majestuosa, intensa y vivaz, sugerente y fragante. Destacan las notas de uva madura, con notas terpénicas de aceites esenciales propias de la excelente maduración de la moscatel, con esos recuerdos tostados que aporta el ligero asoleo de los frutos, carnosos y en perfecto estado. Hay recuerdos de frutas pasificadas, de mieles de azahar, de orejones de albaricoque dulces y ácidos a la vez, de almíbar de melocotón y frutas de hueso maduras, sobre un fondo avainillado, con recuerdos de guirlache y almendra tostada. El vino tiene una gran complejidad aromática, pero mantiene la armonía en todo momento, con una elegancia que es el emblema de todos los vinos elaborados por esta bodega.

En boca repite el perfil aromático de la nariz, con un textura untuosa y glicérica, con recuerdos de mieles y de azahar, de melocotón maduro y confitura de naranja amarga. Destaca el impecable equilibrio entre las notas dulces y untuosas y la excelente frescura que acrece una acidez integrada, aportada por la inmejorable maduración del fruto. Es amplio y sápido, pero a la vez elegante y bien balanceado. Largo, complejo, profundo, enormemente placentero.

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