La fragancia del terruño de la Moscatel de Alejandría

Visual con colores amarillos, dorados, pletórica de reflejos de sol en los atardeceres del Mediterráneo. De fluir lento, pausado, untuoso, glicérido, que nos muestra la antesala de la textura que nos encontraremos en boca. De lágrima amplia, densa, de discurrir pausado. Todo hace presagiar el disfrute.

Con aromas de muy buena intensidad. Terpénicos muy fragantes de la Moscatel, con recuerdos de mieles de romero, de flor de azahar y acacia, de frutos de lichi, de corteza de naranja confitada, sobre un fondo cítrico refrescante y vivaz. Son aromas que envuelven con la dulzura aterciopelada y fresca de las tardes de primavera, de los campos del sur en flor, que nos traen recuerdos minerales de tierras ancestrales donde clavan sus raíces viejas viñas centenarias.

La boca es un portento de equilibrio y profunda elegancia, donde el dulzor y la acidez comedida se hablan y se entienden íntimamente. Con un carácter algo más cálido, meloso e intenso que añadas anteriores, sigue teniendo ese perfil tan Alejandrino, de terruño, de culto a los orígenes, del que hacen gala todos los Ariyanas. De tacto sedoso y discurrir fluido y glicérico, los aromas en boca reproducen fielmente el perfil aromático de la nariz, con recuerdos de miel, pulpa de uva fresca y confituras de cítricos, con un ligero toque amargoso muy varietal que no hace más que conferirle virtud a este vino.

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