Garnacha aristocrática

Este vino con nombre literario y aire señorial me llamaba mucho la atención y ese interés fue recompensando con creces en la forma de la mejor garnacha madrileña que he tomado hasta la fecha.

A copa parada destaca la piedra blanca con mucha humedad y frescor balsámico. Ramas.

Con los primeros giros asoman la pimienta blanca, la fruta negra y un tímido punto salino.

Más adelante la fruta negra amarga se acentúa en forma de bayas silvestres que se asoman por entre las ramas del matorral. Trasfondo a clavo y anís en un campo con olor a tierra mojada y dulce de regaliz negro.

Seis horas más tarde la brisa mentolada te inunda los pulmones al respirar hondo. La fruta negra se mantiene con claro protagonismo de las moras pero dejando huellas de hojas de tabaco.

Potente, suave, voluminoso y alcohólico. Te engaña con el terciopelo que cubre como un guante los dedos que se agarran con fuerza al final de la lengua y el principio de la garganta.

Recorre el camino de labios a garganta con agilidad para detenerse justo allí y dejar aparcado su recuerdo.

Vino señorial, profundo y frutal. La garnacha madrileña elevada a la aristocracia. Mi descubrimiento madrileño del año.