Dorado limpio y brillante.
No muy intenso en nariz pero sí muy complejo y elegante, destacando su limpieza y delineación. Notas iniciales ahumadas y de frutos secos que van poco a poco tornando en una gama frutal, láctea y mineral, con algunas trazas especiadas y de frutos secos. Enorme definición mineral.
En boca es un vino directo, definido y delicioso (las tres D). Destaca su acidez presente y perfectamente integrada en un conjunto que resulta largo y profundo, dejando una huella frutal y mineral en el final. De nuevo destacamos el gran trabajo con la madera. Buena persistencia.
Nos encontramos ante un vino que no engaña, es un Puligny-Montrachet de verdad, sin disfraces ni concesiones, que muestra ese equilibrio perfecto entre elegancia, grasa, opulencia y mineralidad que se supone es el tipo estilístico ideal de los vinos de este pueblo. Unos 40 euros, no es un village barato pero merece la pena.
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