Picota amoratado con ribete rosa y lágrima muy ordenada, recta y delgada. Capa media tirando a alta. Brillante y con mucho sedimento. Corcho excelente.
Jarreamos, esperamos media hora, servimos en copas de boca ancha y los aromas permanecen cerrados. Al principio sólo encontramos mina de lapicero y mineralidad. Seguimos con la tarea de que el vino se abra, moviendo el decantador y las copas, y poco a poco, con la lentitud de una tortuga, aparece algo de fruta roja y negra (frambuesas y moras), toffee, café y notas animales sobre todo a cuero y caza. La mineralidad persiste y es brutal.
En boca lo primero que llama la atención es la sobresaliente acidez. Los taninos se presentan muy marcados, el alcohol no tanto. Paso fino, carnoso y potente. Sabores amargos, con toques a café, chocolate y un persistente deje punzante al principio que luego se acaba suavizando. Increíble mineralidad.
Postgusto largo y salino con una marcada acidez.
En las más de tres horas que se mantuvo, el vino sólo expresó una mínima parte de lo que podía ofrecer. Se le intuyen una buenas hechuras, entre las que destacamos acidez, mineralidad, elegancia, complejidad y persistencia. Sin embargo, de momento, lo deberíamos guardar por lo menos tres o cuatro años. Si caemos en la tentación y lo abrimos próximamente, tendremos que descorcharlo y decantarlo con mucho tiempo de antelación.
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