Si bien es cierto que tras catar un vino en la misma bodega, y no digo más si además se disfruta en el Restaurante Jose María en Segovia junto a un buen cochinillo, la valoración rozaría lo pellorativo por la alta puntuación.
Pero además a esta cata y descripción de sensaciones se une la cata técnica de este vino y de esta añada, y solo me cabe recomendar el voz alta este vino, esta añada y sugerir que nadie quedará indiferente, porque este crianza de la Ribera del Duero, encierra el valor más preciado de todo vino, la fruta.
Un vino donde los frutillos rojos de forma seria van mostrándonos su fruta, su perfume, menos juvial y con menor ímpetu que la añada 2010, lo cual quiere decir que tendremos un 2009 con la fruta fusionada con las notas de crianza y un 2010 soberbio en fruta que acoge a las notas procedentes de la crianza en barrica, lo cual nos muestra la añada, el tan afamado concepto de terroir que aporta muchos más condicionantes que la palabra terroir. Un vino elaborado para producir placer.