El Rioja más clásico

Rojo sangre con destellos marrones y ribete teja. Turbio y con poso minúsculo. Capa relativamente alta para tratarse de un clásico con casi veinte años a sus espaldas.
Aromas profundos y misteriosos, es uno de esos vinos con los que compensa tener la nariz metida un rato dentro de la copa. Detectamos fruta negra, pimiento, toques mentolados, nuez moscada, canela, mercado árabe, piel curtida, caza, madera mohosa, desván, cacao y humedad.
En boca nos encontramos con un Rioja de los buenos; el paso es fino y refleja el paso de los años no porque esté desvaído ni mucho menos, sino porque las notas aparecen ensambladas y maduras. Conserva mucha frescura y una relativa astringencia con una madera marcada que no camufla los sabores. Aparte de los tonos mencionados en la fase anterior observamos café y hojas de sen.
Final licoroso que deja recuerdos balsámicos y a After Eight.
Un 890 en una fase interesantísima, plagado de complejidad y tradición, bebimos otro 95 hace unos meses y ahora confirmamos las anteriores sensaciones.

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