El verano aún puede esperar.

Empiezan a apetecer otro tipo de vinos, voy en busca de rosados, los blancos y espumosos me van acompañando desde hace un tiempo durante todo el año. Pero claro, me llama la suegra y me dice que acaba de hacer manitas de cordero, un plato, que probablemente sea en la actualidad mi preferido. Para dicho plato de gran sustancia, donde el cordero dá su sabor más primario, decido tirar mano de este Gladium, el cual, encuentro más directo, se expresa mejor. Su cremosidad en nariz, sus especias acusadas y ese fondo de monte (romero, tomillo...), le van que ni "pintao". Se muestra maduro y balsámico. Muy sabroso en el trago, lácteo, con final un tanto secante que contrarresta en parte lo gelatinosas que son las patitas.
Buenísima experiencia. De esos casos donde ves que el vino cumple su cometido.

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