Bosque atlántico

Visualmente abre una delicada gama de colores, desde la transparencia absoluta del ribete, pasando a un tímido rosa, de allí a un ligero frambuesa, para terminar en un arándano violeta claro con pantalla brillante y limpia.
La nariz pica, sí pica. Minúsculas explosiones de pimienta se entremezclan con olor a piedra, a tierra húmeda , a ramas y a hojas, volviendo a aparecer el picante y la sal. Aromas a mar y a tierra, a océano y a piedra, a arbusto y a playa.
Veinticuatro horas más tarde, la fruta negra compotada ha avasallado el territorio aromático, pero por aquellos resquicios que no cubre, se cuelan los balsámicos, y la fruta se sirve con rica y dulce crema.
El primer ataque es de inusual frescura, que se apoya en una fuerte estructura tánica que te hace parpadear. Predominan notas amargas y suaves.
Tiene vocación invasora y se cuela por entrantes de rincones y grietas para permanecer allí, acurrucado, resistiéndose a abandonar las papilas gustativas. Es un vino contundente, con desarrollo de sabor a fruta del bosque, dejando la acidez de la frambuesa para la guinda secante y ácida del final.
Es un vino para jugar, investigar, explorar y para, por supuesto, disfrutar.

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