Más serio de lo que parece...

Vestido con capa color mora madura, las burbujillas al servir son violáceas, parecieran querer por un momento engañarte sobre su edad, pero es un vino honesto y cuando al reposar la copa éstas desaparecen, la picota madura se asienta con ribete rojizo.
El tejido ni es tan denso como para impedir el paso de la luz, ni tan transparente que impida el abrigo de la copa. Es limpio y brillante, y el caramelo juguetea en su interior cuando después de moverla en círculos, el brillo se asienta en giros cada vez más lentos.
Las ramas, la hojarasca, el sotobosque, inundan tu nariz en diferentes oleadas. Cuando la calma vuelve a la orilla, permite a las frutillas rojas y negras que te perfumen, con el delicioso fondo de frescos aromas balsámicos y regaliz negro.
En boca, la primera impresión es ligera, pero casi inmediatamente se alza una estructura elegante y poderosa, suave y penetrante, de tanino marcado mas sutilmente integrado en la madera. Su recuerdo se instala en tu paladar, la parte más posterior de la lengua y el inicio de la garganta, canales, que a pesar de permitir el paso, se cobran el tributo de que su elegante recorrido, permanezca en la realidad del gusto y del tacto, cuáles ávidos recolectores de impuestos que exigen que se beba más y más para que su bolsa se hinche del beneficio del placer que te brinda el vino.
Volviendo a hundir la nariz en la copa, notas de pimienta negra te guiñan los ojos, te has adentrado en la espesura y los aromas ya no se perciben linealmente sino que te rodean y como mantos, te cubren y perfuman.