¡Larga vida al rey!

Dorado pálido limpio y brillante.

En nariz nos muestra lo joven que está y lo necesitado de aire para que abra. Es medianamente intenso, monolítico, apretado. Pero tiene ese alma que solamente los vinos de este viñedo y productor poseen. Pura finura, con sus toques florales, su fruta blanca fresca y sutil, sus cítricos perfectamente definidos y ese fondo mineral preciso y precioso que nos dice que, pese a su hermetismo, aquí hay algo muy especial.

En boca es un vino técnicamente perfecto. Solo necesita tiempo. Todo está en su lugar, la acidez es portentosa, el paso ligero pero lleno de materia, y el final largo, profundo, que nos deja en el recuerdo esas sensaciones florales, frutales, cítricas y minerales de los más grandes. Persistente y duradero. Dulzor perfectamente integrado. Es grande y lo será mucho más.

Los vinos de este productor y de este viñedo son el summum del riesling. Es el rey. La delicadeza, la longevidad, la expresión de terroir, todo en estos vinos es superlativo. Lo único es que necesitan 15 años para estar accesibles. Cuestión de paciencia. Así pues, cuando bebo –por desgracia poco- uno de estos vinos, una reseña me llega a la cabeza: ¡Larga vida al rey!

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