Este es el vino que me despertó la afición.

Fué hace 4 años, en el Hotel Ampurdán, restaurante comandado por Jaume Subirós, donde pedí este vino por recomendación de este magnífico cocinero. Como novato que era y sigo siendo me sorprendieron sobre todo sus aromas primarios que aún no he visto correspondidos con los que leo. ¿Balsámico? ¿Mineral? ¿Animal?. Por memoria olfativa a mi siempre me evoca recuerdos del pegamento imedio, resinas o cosas así. Bajo ese color burdeos, algo menos "mate" que el picota, con ribete violeta, muy cubierto, aparecen esos olores químicos pero a la vez tan deseados por mi nariz. Posteriormente aprecio la madera y los taninos, siempre elegantes y ese posgusto largo, goloso a confituras y chocolate....
Quizás sea poco complejo, algo turbio en su capa y poco redondo en la boca. Por eso en mi clasificación particular de pardillo no le pongo más nota (y, por qué no decirlo, por que lo que leo son buenas críticas pero no puntuaciones excelsas y uno siempre se deja influir...).
Pero si lo veo en la carta , voy a comer algo potente y ese día me lo puedo permitir, Cims de Porrera es una elección segura.

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