Sensualidad, primavera, sexo

Mi primer rosado de Bollinger fue un 97 y lo probé con todo a favor, con la máxima sugestión posible, siendo yo mucho más novato aún que hoy y encima en la propia bodega de Bollinger, con Ghislain de Montgolfier en toda su salsa y yo completamente entregado en una visita memorable a una casa histórica y grande.

No me gustó, no fue mi vino, lo encontré duro y rancio, como forzado, como si a un buen champagne grande année de bollinger le hubiesen echado un buen chorro de vino tinto tánico y lo hubiesen oxigenado y no se hubiese integrado nada con nada. Era como si ese encanto “decadente” de bollinger se hubiese quedado solo en amargos oxidativos raros.

¿era el vino o era yo y mi inexperiencia? Creo que ambas cosas, que ni el vino estaba en su momento ni yo tenía experiencia para enjuiciar aquello.

Sin embargo llevo ya dos botellas de este 99 y ambas me han llevado al cielo. En cuanto a la primera, citaré a un amigo con el que la tomé y que escribió esto:

“…intenté comprenderla durante dos años, y fue imposible. Inexpresiva, dura, muy joven, impetuosa... Y de repente se transforma, parece otro vino, como si no hubiese existido el anterior. Ha alcanzado la plenitud máxima y es el prototipo del vino sensual Sensualidad consistente, intensa y directa. Su transformación es tan potente que parece una explosión de expresividad. Como la primavera. Como el amor. Como el sexo. Ante tanta concentración de placer las personas somos incapaces de esperar, y no descorchar inmediatamente sería un atentado contra el sentido común. En muchas ocasiones hay que saber elegir el momento adecuado. Para sentirnos vivos y contentos, por haberla comprendido y disfrutado.”

Después de esto tengo poco o nada que añadir, salvo que la segunda fue en El Poblet y que uno de los platos que maridó fue “la primavera”, donde Quique estalla en un magnífico festival de buen gusto y te enamora solo con los colores del plato, viniendo después la fina consistencia de la quisquilla y un royale de su coral, donde la vista, el gusto y el olfato se funden en una sola experiencia.

(frutos rojos, negros, mucha mora, caramelo, mineral, vinoso… pero todo en una armonía donde nada destaca sobre nada… no es un instrumento, es la orquesta entera tocando de maravilla).

Profunda sensualidad.

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