Botellas, botellas…

Vuelvo a catar este vino y lo cierto es que esta botella resultó muy inferior a la anterior. El vino estaba en aparente buen estado, con un color pálido y brillante, sin embargo daba unas notas algo sucias en nariz, como de fermentos y algún recuerdo animal, que se disipaba con el aire, pero que no terminó por ausentarse del todo.
En boca sí que se mostraba más recio y rectilíneo, mostrando la acidez y la definición que tanto me gustaron la anterior vez que lo caté, pero aún así tampoco ofrecía ese carácter tan austero y definido que esperamos en los vinos del gran Dagueneau.
Por tanto cabe pensar que la evolución de las botellas de este vino puede ser variable, algo que siempre supone un peligro en un vino que ya cuesta en torno a los 50 euros. Vale la pena gastar un poco más e irse al soberbio Silex o al igualmente placentero Pur Sang. Pero si sale una botella como la anterior, este es igualmente un gran vino.

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