Este tinto de pura raza llega hasta mi copa envuelto en el misterio más absoluto. En la contraetiqueta Priorat. Parece ser que se han elaborado algo así como 800 botellas. La mía es la setecientos y algo, ya no lo recuerdo. El corcho ofrece una información más: es de Porrera. Poco más. Ni rastro de él ni en verema ni en ningún otro foro que yo conozca. De las guías ni hablamos: desconocido.
¿Y el vino? Puro Priorat en clave algo salvaje y noble. Con notas de fruta negra en licor, minerales marcados, terrosas (tal vez la cariñena con un montón de años a sus espaldas...), balsámicos frescos. Moderadamente complejo, pero de una pureza vibrante y profunda. La madera no se nota, si es que la tiene, que a mí me da que sí. En boca va con acidez y frescura suficiente, tánico, ya disfrutable si no se sufre de paladar pusilánime.
Tiene ese aire telúrico tan propio, y para mi gusto tan fascinante, de los grandes Priorat. Si encima sigue siendo un completo desconocido para mí (eso sí, en todas partes menos en las que verdaderamente importa, que son mis sentidos) ese misterio lo convierte en un ovni decididamente encantador.
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