Prácticamente negro, deja la copa manchada de un ámbar muy oscuro, reflejos de oro viejo.
En nariz es un espectáculo, caramelo de café, regaliz, azúcar tostada, pan de Cádiz, arrope, y más.
En boca es untuoso, sedoso, un dulzor milimétrico, no cansa, no empalaga, infinito. Llega a emocionar.
Para beber sin nada más, solo, como los buenos toreros.
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