Me-gala, me-gustas.

En primer lugar y al no hacerlo la anterior vez, quisiera destacar una etiqueta que lleva el nombre a modo de firma y que deja claro que nace con la idea de vino de autor, el resultado es moderna y sencilla, dos características que cuando se unen sobra cualquier ornamentación.
Después de casi un año desde lo que fué mi primera botella de una caja de seis (ésta es la última), sigue con su mismo color cereza muy intenso con borde cardenalíceo y con unos aromas que han ganado en mineralidad y en tostados del roble, pero sin abandonar una fruta negra que a mi juicio aún se ha acentuado más, picotas licorosas por doquier y bayas silvestres.
En boca se mantiene firme y ha ganado en madurez perdiendo algo de frescura, se tiene la sensación de estar masticando la fruta, de taninos secantes y un postgusto licoroso y algo balsámico que bien me recuerda al pacharán, final largo y rico al que sin embargo le achaco un poco de pesadez final.

Un vino que cuando lo cogí ya estaba maduro y que ahora al acrecentarse dicha madurez te indica que ha de ser consumido ya y disfrutar de todo lo que ofrece, que para mí no es poco. Otro buen ejemplo de vino mediterráneo y al que se le puede unir a una gran lista de vinos que juegan en la misma liga.

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