El vino ha cambiado un poquito. Está algo más cerrado, quizás esté en la parte baja de la curva, se muestra algo parco en potencia aromática pero, pese a esto, huele de maravilla, huele a Priorat: esa sensación mezcla de piedra, sarmiento y hollejo. Es un olor mágico, quizás mal descrito, que identifica a los auténticos vinos de la zona, que separa el grano de la paja. Es difícil de describir. En boca es espléndido, con casta, garra, fruta y grasa, con una madera que habla muy bajito. Retronasal con recuerdos de café torrefacto. Sensación cálida y placentera. Complejo y personal. Largo. Mejorando. Apetece con música tranquila: hoy Telemann.
Un Priorat como los de antes. Echaba de menos este estilo duro y difícil, de vinos no aptos para todos los públicos. Es de los de libro: oscuro y brillante, con aromas expresivos y profundos; hollejo maduro, piedra caliente, fruta negra soleada y ligeros e integrados tostados de barrica. En boca es corpulento, sólido, con taninos angulosos, frutal, con carácter y un punto sobremadurado. Es muy largo, con retronasal con recuerdos a uva prensada. Está en un excelente momento. (18€)
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