Presenta las clásicas e inequívocas tonalidades del buen pinot, suficientemente cubierto. La nariz va desplegando paso a paso, incesantemente, niveles y niveles de sensaciones de una complejidad difícil de describir. Maderas, tostados, minerales, cuero... Todo perfectamente colocado en su sitio, con una elegancia maravillosa. A degustar con una calma infinita. En boca, el placer culmina y se completa. Largo, sutil, estructurado, con carácter. Un vino que requiere mucha atención y paciencia. Vino introspectivo pero pleno y larguísimo. Una gran experiencia. Muchas gracias a Julien (de "La Part dels Àngels) por la recomendación. El mejor Borgoña de mi vida (que no es decir mucho porque, lamentablemente, mi ignorancia borgoñona es inmensa). La comparación con el Lafite que lo acompañó en la cata fue muy interesante.
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