Qué sorpresa

Todavía la tenía guardada y la he abierto para darle un toque especial a la víspera de San Ignacio. Tiene un color picota oscuro de capa media alta, brillante y con abundante lágrima. En nariz me ha sorprendido, lo recordaba más frutal y menos intenso, sin duda el paso del tiempo ha ido compotando y especiando la fruta y los frutos rojos que recordaba han migrado a ciruela e higos en compota con fondo ligeramente licoroso apareciendo con mucho más protagonismo las notas tostadas y balsámicas. En boca es goloso sin ser pesado con una correcta acidez, ligeramente astringente y muy persistente. Un vino redondo que a mi juicio ha crecido en botella recordándome a su hermano mayor, lástima que fuera la última de esa añada que me quedaba.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar