Y no sé si este productor es tradicional o moderno, pero sí que es de la zona Castiglione Falletto, que representaba a su añada como nadie, madurez de fruta pero envuelta en una grandísima acidez (añada cálida pero no tórrida y con grandes contrastes de temperatura, habiendo disfrutado de un invierno previo fresco).
El vino estaba justo entre la “belleza/amabilidad/extroversión” de Aldo y la “contundencia/lentitud” de Giacomo. Era contundente, carnoso, muy fresco pero licoroso a la vez, tanino redondo y muy potente, incluso terroso, pero dulce (de la fruta con la maceración adecuada, no de la, para mí, ya hasta aburrida madera nueva).
Impresionante para comer, con trufa negra, chocolate, regaliz y brea negra, tabaco, más toffe que café, ciruelas muy maduras casi caramelizadas y flores rojas. A mí no me resultó un vino “vainilla” aunque algún catador pueda sacarla, en mi opinión era más fruto de la explosiva y noble nariz que por madera.

Si este productor es moderno, yo también lo soy entonces. Fruta negra, tanino potente pero sedoso ya (increíble) mucha frescura, algunas especias chulas (las justas, no un Ródano desbocado) y una hondura profunda y misteriosa. Un vino armado hasta los dientes con un traje (color) delicadísimo y frágil. ¿acabo de describir a un Barolo?

Color algo atejado, como si se tratara de un gran reserva bastante oxidado. Sorprendente, pero bonito. Nariz amplia, compleja. Tabaco, caja de puros. Desgraciadamente, va evolucionando hacia otras cosas menos agradables. Lágrimas abundantes y densas. En boca es algo redondo y levemente aterciopelado. Hay una cierta calidad, pero no me satisface en absoluto. No sé qué me pasa con los Barolo. habrá que seguir probando.