La monastrel muestra en Jumilla y resto de Murcia un carácter frutal como en pocas partes del mundo.

Cereza de capa alta y pequeño ribete granate ocre. Nariz aún concentrada, necesita media hora de decantación para ayudarla a abrirse hacia una intensidad media. Traslada aromas de frutas del bosque sobre notitas especiadas, de canela, vainilla, cacao, dejando esa sensación levemente tostadita. Se perciben balsámicos junto con ciertas notas terciarias ( cueros + tela de Barbour ), hojarasca seca, mueble viejo, trastero y tierra seca. Un vino claramente terciario y sin apenas signos de su juventud. En boca tiene un ataque rico, equilibrado, en la evolución la fruta se encuentra bajo sensaciones de cierta ligereza táctil y frescura, hay leves recuerdos ( como intentonas ) de cremosidad, tostados y de cacao, pero que enseguida caen víctimas del tiempo en botella y de un pasado más frutalmente pletórico y cálido de lo que es ahora. Muestra su mejor intención en el posgusto, equilibrado, correcto y frutalmente fresco, aunque algo secante en el final. Creo que hace unos años, no muchos (+- 5), hubiese estado mejor que ahora, aunque entiendo que esta cata es consecuente con la anterior de hace 15 años. La monastrel muestra en Jumilla y resto de Murcia un carácter frutal como en pocas partes del mundo, y cuando es uva vieja los vinos a veces tienden a la ligereza y equilibrio, más que la madurez frutal y calidez mediterránea.

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