Color piel de cebolla asalmonado, límpido, burbuja finísima, ordenada, formando rosario y coronando abruptamente en la copa.
Si bien el primer golpe de nariz, con la botella recién abierta, nos recibe con una lata de atún potente, con el paso del tiempo ofrece una nariz deliciosa. Nos regala nueces caramelizadas, bollería, fresas silvestres del bosque, arándanos y grosellas, helado de moras, flores blancas, ibisco. En copa seca aceto balsámico caramelizado, pero sin síntomas de avinagrado, es un final apoteósico que te hace oler la copa vacía como un tonto.
En boca es fresco, perfectamente integrado el carbónico, refrescante, envolvente y cremoso.
De los mejores Champagnes que he catado. Maridaje perfecto: terraza mirando el mar y Ben Webster y Art Tatum tocando a tus espaldas. Sin más, espumoso para la reflexión.
Murió el romanticismo: alrededor de los 120€
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