Una maravillosa evolución en botella.

Dorado con irisaciones ambarinas. Nariz compleja, que se asemeja a los grandes vinos de variedades blancas con crianza en botella ( Sauternes, Champagnes y Fino de Jerez ). Hay aromas de fruta blanca madura, membrillo, cera, notas amieladas y de flor de azahar / espino blanco. Algo de mazapán, sensaciones calcáreas que recuerdan a la tiza vieja. Cierta vegetalidad, almíbar y pastel de manzanas horneándose. Fondo de nariz de hojarasca y humus, incluso diría que notas de papel de periódico viejo ( no de tinta, sino al papel ). En boca es muy rico, se nota la concentración reductiva en forma de más peso y sabor frutal maduro (corazón de peras), con un paso elegante que deja sensaciones leves amargosas de piel de manzana verde. Compacto en boca pero a la vez con una buena acidez, que sin hacerlo excesivamente fresco / ácido si lo hace ágil y le otorga esa flexibilidad que lo alarga en todo el proceso. Me ha gustado mucho, es un vino para disfrutar lentamente de él. Lo he decantado media hora antes para airearlo y he metido el decantador en una cubitera con hielo para mantener la temperatura adecuada. Cada día que pasa aprecio más los vinos con crianza en botella, es como si todos los demás fuesen demasiado evidentes y casi pequemos de cierto infanticidio enológico. Creo que los buenos vinos blancos gallegos de Albariño tienen una clara vocación a la crianza en botella aún por descubrir por la mayoría de los consumidores, algo obsesionados con los cambios de cosecha casi en enero del año después de la misma.

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