Un vino magistral, tiene el mismo idioma que el oxigeno y el cristal del la botella que los separa.

Rojo cereza de capa alta y pequeño ribete teja. Nariz ribereña, muy de Tinto Pesquera, hay grosellas con notitas especiadas de pimienta, calado, tierra batida y aromas fúngicos. Matices de tueste que también abarcan a la fruta del bosque dejando esa sensación de caramelo tostado, menta, regaliz y café de puchero. Tierra de maceta, humus, sotobosque, pimienta, es una maravilla terciaria al mejor estilo de la emblemática bodega de Pesquera de Duero, a lo que se le suma un maravilloso aroma de licor de cassis bajo las notas de maderas tostadas. En boca es muy rico, terciopelo en el paso que deja sabores de frutas del bosque bajo matices de licor de endrinas - cassis, tueste y posgusto láctico, fresco y frutal. Es largo en su recorrido, frutalmente amargoso, con notas empireumáticas, de regaliz y de poso de café de puchero. Al final siempre prevalece el carácter frutal y terciario de este inmenso vino, para mí en la punta de la pirámide de lo terciario. Siempre digo que los grandes vinos, de distintas zonas, con el tiempo en botella tienden a converger. Es gracias a su relación con el oxígeno, ahí radica la clave de todo ya que te puede hacer inmenso o destruirte. Siempre aconsejo a todo el mundo experimentar con los vinos de Jerez tanto biológicos como oxidativos para entender el resto de vinos del mundo. Hace poco caté un Alenza 1996 que me dejó impactado. La barrica americana, la forma de hacer las cosas, no lo sé, si hubiésemos tenido todos más seguridad en nosotros mismos, ahora los “ Parker “ de turno no hablarían de otras cosas que no tienen tanta base histórica y muy basadas en emprendedores de viñedos “ heroicos “ al antojo de cada uno. Terruño es poner un trozo de tierra en la palma de tu mano y que no se vaya volando con el viento de Levante.