Conciso y muy acertado, Alain!! Es una cuestión de honestidad y de identidad, a la par. Algo sucede cuando caemos en modas y cedemos a presiones que poco o nada tiene que ver con nosotros, los consumidores. Esos vinos extraídos y amaderados no son riojanos. Han salido de la nada. Nunca existieron, y no se sabe bien a qué obedecen. Hay que ver quién ha salido beneficiado de todo esto. Para mi está claro: se trata de hacer perder la identidad en un sentido amplio. Ese algo que se concreta en un concepto de terroir que incluye el territorio y sus gentes, un estilo de vivir y de trabajar, una manera de elaborar y de entender el entorno.
Cada vez hacemos vinos más homógeneos y aburridos. En las catas confundimos un Rioja con un Barolo, una malbec argentina con un tinto de Dâo. Creeme hay quién sale ganando con todo esto: los que no tienen algo diferenciado, quienes hacen homogeneizan el gusto para borrar las diferencias. En la diversidad estaba el gusto y cada vez hay menos. Saludos, Helios!!!