Hablar de los vinos de Pahlmeyer es hacerlo de los más grandes de Napa. Sus puntas de lanza son los diferentes cabernet que elaboran, a precios bastante severos, y en una segunda fila estaría este merlot. Pero no piensen lo que a todo conocido se le viene a la cabeza cuando vemos esta uva plantada fuera de Francia. En este caso, la calidad es sobresaliente. Pero sobresaliente alto. Ni es facilita, ni tiene esa engañosa sedosidad en forma de dulzura: aquí hay mucha mala leche, mucho tanino de verdad, una madera que aunque es moderna (coño, es Estados Unidos) es de una calidad sublime y una materia prima de talla mundial. Un vino de tomo y lomo con una clase superlativa.
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