Clasicismo y finura en una botella.

Vino presentado en una botella bordelesa que está vestida con una etiqueta de diseño clásico, cerrada con un corcho de calidad, en el que se indica el nombre de la bodega y la marca del vino. Sorprendéntemente la cara que ha estado en contacto con el vino está muy poco tintada. Supongo es por que le han recorchado nuevamente. Sigue portando la exclusiva y original contraetiqueta que D. Antonio Larrea-Redondo concedió a la bodega por las virtudes y gran categoría de sus vinos.

     A la vista un color rojo picota de capa media alta. Muy limpio y brillante, con una fina lágrima que con pereza se desliza por el cáliz de la copa. Ribete color teja.

     En nariz necesita un jarreo y una buena aireación para que se desarrollen todas las cosas buenas que encierra la botella. Y así se pueden percibir sus abundantes frutas rojas, su sutíl madera de la crianza, su mineralidad y sus más que agradables aromas terciarios.

     En boca es muy clásico, pero muy elegante, muy fino y muy sedoso. Muy frutal, pues aparecen con mucho agrado las frescas y abundantes frutas percibidas en la fase olfativa. Con ricos y agradables terciarios en forma de tabaco, balsámicos, débiles cacaos y frutas negras. Mantiene una viva y fresca acidez que le otorgará muchímos años de vida, pero que ahora tambien te invita a beber. Con los taninos domándose. Fresco, vivo, elegante, clásico y frutal paso de boca. Es un vino muy largo. Me da una permanencia de 3,00 minutos.

 

 

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