Fue un azar increíble cuando uno de mis amigos - Petros Kokoromitis - descubrió, detras de un armario grande, una parte de la pared construida con ladrillos viejísimos. Tras haberla destruida, se dio cuenta de que existía una escalera oculta que conducía a una bodega llena de bolas de carbón. Debajo, había leña seca y, debajo de esta leña, unas cuantas botellas tumbadas en el suelo de tierra. Entre ellas - Savennières, Coteaux du Layon - este " Les Roches Blanches " : un superviviente.

      El tapón nos salió rana y debimos verter el vino en una garrafa antigua, del siglo XIX, filtrándolo lo más delicamente posible. De color ámbar claro, desprende un sinfín de perfumes : mango muy maduro, limón confitado, orejones, pasta de membrillo y pasas de Corinto. En boca, hay notas de pera cocida, de ciruela claudia, de almendra tostada y de higo seco, con algo que remite a un lapicero mosdisqueado : una verdadera delicia que se bebe de rodillas, con humildad y respeto.

      Aquí tenéis la solución del enigma. La cosecha 1939 fue la última, en Francia, antes la invasión alemana : el 13 de mayo de 1940. Los soldados de la Wehrmacht solían saquear las bodegas : los ex propietarios lo sabían y organizaron un escondite. Los alemanes volveron con las manos vacías y, en el apresuramento, olvidaron prismáticos militares. 

      Esta propiedad vitícola ya no existe. En su lugar, encontramos un hostal de lujo, de piedra caliza, el antiguo cuerpo de edificio de la bodega dirigida por Petitot-Vérot. ( PVP : sólo los muertos lo saben. )