Ambar amielado. Nariz de ensueño, delicada, elegante y complejísima: miel, membrillo, pera en almíbar, fruta blanca de hueso, corteza de naranja, manzana verde, melón maduro, flores blancas, manzanilla, anisados, almendras, (me recordaba al pan bendito que hacen en mi pueblo en San Antón y que lleva masa de pan con huevo, almendras, miel y mataluva) algo de madera barnizada y una impactante mineralidad. En boca es delicadamente dulce, con una viva acidez. Larguísimo, complejo, interminable. Se abre y cambia continuamente en la copa. Nada que envidiar a un buen Château d’Yquem. Un vino para perder el sentido. Soñaré con él.
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