El color es entre pajizo y dorado pálido. Limpio y brillante.

Aunque en nariz comienza dando unos interesantes toques florales y frutales con los que nos habríamos conformado, ya que desde el primer instante nos damos cuenta de que el vino es de perfil austero, al rato y con la aireación le sale una amalgama mayor, compuesta por cítricos, flores silvestres, anisados, fósforo, especias y piedras.

En boca mantiene la misma personalidad, va muy bien de acidez y los 12.5º no se notan apenas. No lleva madera, está criado en tinajas de barro, pero no es de rango natural. Está bien hecho, no muestra volátiles, sidra, brett ni otras cosas raras. La mineralidad sigue ahí.

Final largo y primario.

Se trata de una variedad, la albilla de Manchuela, al parecer a punto de extinguirse. He estado leyendo que el único viñedo que queda a día de hoy se encuentra en muy pocos kilómetros a la redonda y es viejo; éste en concreto fue plantado en 1940. Me ha gustado mucho, me queda mucho por aprender y aunque soy de mente abierta, hay D.O. que prácticamente ni toco y con las que a veces me llevo agradables sorpresas.