Una Monastrell con mucha personalidad

A la vista el vino es limpio y brillante y presenta un color rojo picota, con ribete granate joven. Es de capa media alta, muy glicérico, su lágrima casi no deja rastro de color.

En nariz es de media intensidad, franco, complejo, con una buena presencia de las notas de fruta roja madura. Es cierto que la crianza de 11 meses en barrica nueva no deja sino una impronta moderada. Suave tostado, notas especiadas, balsámicas. Tiene un toque perfumado de flores marchitas y laurel con una tenue presencia de notas arcillosas.

En boca refleja perfectamente lo que intuíamos en la fase olfativa. Un gran equilibrio de la fruta y la crianza. Tiene una entrada suave, pero que evoluciona a cotas de notable amplitud.

Es un vino que, a pesar de su importante estructura y cuerpo y de su indudable calidez, resulta fresco, frutal y, gracias a su tanino presente pero pulido, de paso suave y placentero. Es más bien seco, lo que facilitará mucho su armonía en la gastronomía, sápido, con un toque amargoso que le da profundidad y propicia su amplitud y con un final de boca de buena persistencia.

En resumen, es un vino con personalidad. Interesante por sus matices en nariz y en boca, donde resulta fresco, seco y de buena amplitud, y con la clara impronta de su paso por tinaja que ha matizado y suavizado las características notas de crianza y que, en mi opinión, le da una personalidad propia. Una elaboración de Monastrell a tener muy en cuenta.

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