A pesar de ciertas críticas internacionales, a mi parecer injustas hacia esta Denominación de Origen, la realidad viene marcada por un éxito comercial en todos los mercados con una relación calidad – precio de sus vinos imbatible, e incluso en las gamas altas. En este verdejo encontramos ese color algo más dorado que lo aleja de cualquier pretensión simplista. La fruta blanca y también tropical se torna más madura, con intenciones de cera de abeja y cierto fondo que invita a pensar en las hierbas medicinales y de infusión, también en la ribera de un río. En boca muestra lo mejor de sí, donde a la fruta blanca madura con piel verde se le unen notas herbáceas, tostadas y melosas, pero siempre bajo unas campanadas de magnifica acidez. Es un vino de tierra adentro, de piel seca, campo de labor, de días calurosos y noches frías en verano y a pesar de esa lejanía difusa en las formas que uno siente cuando visita la zona, en los vinos de Rueda hay algo que en cierta forma los distingue sobre el resto. Es la naturalidad de vinos aromáticos, frescos y sabrosos, campestres, sin la necesidad de tener ningún Mar al lado te aportan ese carácter de fósil donde las sombras curiosamente se tiñen de blanca caliza. Un estupendo vino español para sentirse orgulloso de Rueda allí donde se requiera.