Cuando uno pone en su etiqueta Quinta Generación hay detrás mucha responsabilidad, porque te puede salir bien o mal, ya que lo que en definitiva vas a valorar es lo que tienes delante en ese preciso momento. En este caso el hecho se multiplica ya que la Bodega en cuestión es de las primeras en abrir camino en la D.O. Ribera del Duero. Encuentro mermelada de fresones maduros bañados en especias, mentolados y ese giro que siempre te pilla como desprevenido hacia lo terciario, posiblemente por el noble roble americano donde se cría y que es una de las buenas señas de identidad de la Casa. En boca tiene ese ancla que fija la proa sensorial en el tempranillo de la zona, este triangulo donde solo están tres Bodegas a poco menos de 5 kilómetros del pueblo de Pesquera de Duero. Gracias a Dios no puedo ser totalmente objetivo cuando pruebo este vino, porque me trae muy buenos recuerdos. Un vino joven con pocos meses de crianza y que para comprenderlo bien antes hay que probar los otros vinos de esta singular Bodega, con más larga maduración y tiempo de botella. Podremos entonces comprobar su estilo y seguir viendo el alma inquieta y la mano templada de D. Luis Sanz Busto y sus hijos Belen e Iván en cada copa de este vallisoletano vino.