Vino de las antípodas.

Vino encerrado en una botella borgoñona que está vestida con una etiqueta de diseño moderno y en la que se ve el mar y unas rocas. Cerrado con un tapón de rosca.

     A la vista un color amarillo palido  y ligeramente verdoso. Limpio y brillante. Con una fina, abundante y lenta lágrima en su carrera por el cáliz de la copa.

    En nariz escasas frutas cítricas, un poco plano, ligeras frutas tropicales y notas de mineralidad.

    En boca cierta elegancia, frutal (más que en la fase olfativa), untuoso, mineral y leves flores y frutas blancas. Con una acidez que le otorgará 2-3 años de vida en forma. Discreto paso de boca. Es un vino largo. Me da una permanencia de 2,00 minutos.

  Le encuentro más flojo que la añada del 2019.

   

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