Realmente, puedo decir sin temor a equivocarme, que es la mejor airén que he probado. 

Amarillo que no llega al dorado. Limpio y anublado (cómo me gusta poder usar este término de vez en cuando).

Sutil al principio. Algo menos un rato más tarde. A las ocho horas se podría decir que ha llegado a su apogeo. Perfume de alguna flor blanca que soy incapaz de identificar, uva, plátano, manzana... Todo de una forma suave, pero directa al mismo tiempo.

Boca delicada, sin rastro alcohólico. Madera no lleva. Acidez notable, sabores ensamblados y paso aterciopelado. Cítricos, fruta y piedras.

Tomelloso. Envejecido seis meses en tinaja de barro. Viñedos de 70 años de edad. Puro y sin ambages.