Château Lagrange es un verdadero castillo que data de mediados del siglo XVIII : la propiedad se extiende sobre 157 hectáreas : basta decir que se trata de un peso pesado del Médoc. Para sorpresa general, la añada 1999 fue considerada como muy buena.
Al cabo de más de veinte años, el color no cambió ni una coma : rubí muy oscuro y completamente opaco. No es normal y esto conjectura una sobre extracción del mosto, lo que no tiene ni pies ni cabeza. Desprende olores potentes a grosella negra, a mermelada de zarzamoras, a hojas de tomates estrujadas, a cuero viejo, a sotobosque y a grafito. Perfectamente construido, redondo, distinguido, con suficiente acidez, destaca por sus taninos sedosos y su textura extrañadamente aérea. La boca nos regala notas de cerezas negras, de habano Cohiba, de paloduz, de café Maragogype y de caza menor. El único punto negro es su regusto amargo y molesto de barricas nuevas. Por fortuna, desaparece al cabo de un cuarto de hora. Hay posos en el fondo de la botella, lo que señala que los datos proporcionados son fiables. A pesar de todo, opinamos que semejante vino no necesita la ayuda sistemática del roble nuevo para expresar plenamente todas sus cualidades pero, por desgracia, es una mala costumbre medocana. El Día de la Asunción requería un menú a la altura del acaecimiento : terrina primaveral con salsa de morillas, filete de res asado y patatas Casa Botín. El resto - queso y postre - poco importaba : preferimos fumar sosegadamente un buen puro en el jardín.
Desde 1983, Château Lagrange pertenece al grupo japonés Suntory que comercializa también las marcas Orangina y Schweppes : hay que reconocer que no interviene en la elaboración de este Tercer Caldo Clasificado. El dueño de todo es el enólogo Marcel Ducasse : sabe cómo sacar a la luz lo mejor de un inmenso viñedo que conoce como la palma de su mano. Mal valorado por la R.V.F., es decir al mismo nivel que Château Rollan de By que produce jugo de roble, no es un vino especulativo. ( PVP : 24 € en la época. El 2018 cuesta 39 €. )